¿Un millón de libros? - El corazón de Celaena brincó de alegría y bailó, y ella esbozó una sonrisa -. ¡Habré muerto antes de leer ni la mitad de eso!
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¿Un millón de libros? - El corazón de Celaena brincó de alegría y bailó, y ella esbozó una sonrisa -. ¡Habré muerto antes de leer ni la mitad de eso!
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Todas las mañanas, al despertar, se repetía para sí: «No tengo miedo». Durante un año, esas mismas palabras habían marcado la diferencia entre romperse y doblarse; habían impedido que se hiciera pedazos en la oscuridad de las minas.
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Había saltado del acantilado. Ahora solo podía esperar a la red.
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Había gente buena: en el fondo, siempre había una pizca de bondad en todo el mundo. Tenía que haberla.
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La pregunta había abierto una rendija en la puerta mental que siempre tenía clausurada, y ahora estaba intentando cerrarla a toda costa. Al ver la cara de Dorian y al verlo tan cerca de ella… La puerta se cerró y Celaena echó la llave.
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Era fácil ser desagradable, pero también empezaba a ser demasiado fácil ser amable.
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Podrías sacudir las estrellas. Podrías hacer cualquier cosa, si te atrevieras. Y muy en el fondo, tú también lo sabes. Eso es lo que más miedo te da.
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Había saltado al abismo. Ya solo podía rezar para que hubiera una red en el fondo.
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No entiendo por qué tienes que obligar a alguien a que haga una reverencia cuando el propósito del gesto es mostrar lealtad y respeto.
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Cada mañana al despertar, se repetía las mismas palabras: no tendré miedo.
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Es un retelling de...