—Podrías alcanzar las estrellas —susurró—. Podrías hacer cualquier cosa que te propusieses. Y muy en el fondo, lo sabes. Eso es lo que más te asusta.
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—Podrías alcanzar las estrellas —susurró—. Podrías hacer cualquier cosa que te propusieses. Y muy en el fondo, lo sabes. Eso es lo que más te asusta.
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—A veces, el mal nos dice cosas solo para confundirnos, para que sigamos preocupados mucho después de que nos hayamos enfrentado a él.
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La muerte o la libertad aguardaban en aquella mesa. Su pasado y su futuro estaban sentados en un mismo trono de cristal.
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Había saltado al abismo. Ya solo podía rezar para que hubiera una red al fondo.
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Nunca expresáis vuestros problemas, aunque vuestros ojos os traicionan.
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—El valor del corazón es algo muy infrecuente —dijo con una calma repentina—. Deja que te guíe.
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(…) puedo sobrevivir por mis propios medios… siempre que me suministren buen material de lectura.
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Las notas se le agolpaban en la punta de los dedos; vacilantes al principio, pero cada vez más confiadas a medida que la emoción iba adueñándose de la música. Era una pieza triste, pero a ella la hizo sentir limpia y renovada. Le sorprendió que sus manos no hubiesen olvidado tocar, que en algún lugar de su cabeza, después de un año de oscuridad y esclavitud, la música siguiese viva y palpitante. Y que en alguna parte, entre las notas, estuviese Sam. Se olvidó del tiempo al pasar de una pieza a otra, expresando lo indescriptible, abriendo antiguas heridas, tocando y tocando mientras el sonido la perdonaba y la salvaba.
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Las hermosas visiones de la muchacha se convirtieron en nubecillas de polvo, como si hubiera cerrado un libro de golpe.
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Los nombres no son importantes. Solo importa lo que albergamos en nuestro interior
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Es un retelling de...