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ISBN : 8432234311
288 páginas
Editorial: Seix Barral (13/11/2018)

Calificación promedio : 3.17/5 (sobre 3 calificaciones)
Resumen:
En los años veinte, Maruja Mallo, Margarita Manso y Concha Méndez desafiaron las normas de la época al quitarse el sombrero en plena Puerta del Sol, haciendo de ese gesto un acto de desobediencia. Escritoras, pintoras, fotógrafas y creadoras de diversas disciplinas han seguido su ejemplo al expresar sus opiniones y trasladar su particular visión del mundo al debate cultural de su tiempo. A lo largo de la historia, muchas mujeres se han visto obligadas a quitarse el ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (3) Añadir una crítica
Beatriz_Villarino
 24 March 2019
30 Maneras de quitarse el sombrero son historias de diferentes mujeres en las que aparece el amor y la admiración que Elvira Lindo siente por ellas. No falta el humor, ni por supuesto la ternura, aunque la voz firme sobresale para incitar al lector a que se dé cuenta de la valía de la mujer en general y de algunas en particular, que incluso sólo son famosas porque conocemos sus nombres aunque los libros no lleguen a contar del todo el porqué de su renombre.

El estilo, fiel a la autora, es totalmente expresivo y afectuoso, en el que predomina un registro coloquial informal. Las palabras fluyen de forma natural aportando, en ocasiones, pequeñas dosis de humor o ironía; lo justo para que prevalezca en los relatos la alegría, que no la hilaridad «En cuanto a la gordura, de la que la pintura ha dejado tan espléndidas muestras, ha sido la consecuencia más de la mala alimentación que de la estética». El tema de todos los artículos, así podríamos calificarlos, es el reconocimiento hacia miles de mujeres que, siguiendo el camino de las treinta elegidas (podrían haber sido otras treinta diferentes), no desfallecen ante la sociedad que les niega su valía.

Elvira Lindo atrapa al lector desde el primer momento puesto que empieza narrando, de todas ellas, una determinada (o varias) hazaña de su vida. No son pues biografías, pero es tan sólido lo que relata que el receptor se siente próximo tanto a la narradora como al personaje del que nos cuenta algo. Entendemos a estas treinta mujeres (incluida ella), su sufrimiento, más o menos escondido, para conseguir ser reconocidas; entendemos sus debilidades, sus traumas, fruto de una sociedad injusta cuya forma de evaluar es diferente para el hombre o para la mujer; y entendemos su capacidad para poder romper con todo y mostrarse como son porque la autora las presenta de una manera totalmente cercana. La función fática es importante, por eso no duda en comenzar los relatos in medias res, para ir directamente a lo que quiere resaltar de ellas. No interesa, a veces, la fecha de nacimiento, el lugar, la infancia… aunque se deduzca conforme vayamos leyendo sobre la homenajeada. Otro recurso, que Elvira Lindo utiliza con gran maestría, es comentar algo de su propia vida, de su experiencia, que se aviene o contrasta con lo ocurrido a la protagonista del relato; es una técnica con la que consigue conectar con el lector, y al mismo tiempo humanizar a estas mujeres insignes, pues si bien es cierto que algunas, incluso, han quedado deificadas por la historia, como el caso de Ana Frank o Patricia Highsmith, todas han debido luchar con los demonios que ocuparon sus mentes o sus cuerpos durante bastante tiempo.

Al comenzar a leer un relato, el lector no sabe muy bien por dónde continuará la historia; por eso mismo el interés no cesa hasta que se ha terminado. Ayuda, por supuesto, a este interés el uso de la primera persona plural, ese “nosotros” en el que la autora se introduce y nos inmiscuye consiguiendo una socialización de su texto y una identificación o rechazo del lector hacia el personaje «por qué a estas mujeres cosmopolitas y cultas […] no se las conoce más a fondo en este presente en el que tanto hablamos de la memoria».

No debemos olvidar la utilización, en tercera persona, de un narrador deficiente, esto es, no sabe a ciencia cierta lo que piensa el personaje, pero lo imagina según oídas sin fundamento. Este uso es ideal para poner en marcha la ironía mediante la que, sin pretendida malicia, consigue retratar con humor lo contrario de lo que está afirmando «Ay, pobrecillos los maridos de las mujeres que se expresan libremente, lo que deben de sufrir». Esta figura literaria, esta lítote, queda reforzada con el diminutivo y la ausencia de signos de admiración, lo que resta aún más la credibilidad de lo declarado.

La conexión con el espectador es constante, fruto de su narrativa casi conversacional donde encontramos ejemplificaciones, que ayudan a entender lo escrito, o apóstrofes lo suficientemente explicativos como para aludir a la intención de la autora «cuando ella y sus hermanas irrumpían en aquella habitación su madre retiraba el cuaderno a un lado, como si quisiera dar a entender que estaba haciendo algo tan prosaico como la lista de la compra» «… Estados Unidos, el elefante que duerme al otro lado de la frontera…».

Hay algo que los treinta relatos tienen en común, es que todos, incluso o especialmente el dedicado a la autora, parten de la niñez de las protagonistas porque, efectivamente, la niñez es una etapa en la que, a veces sin darnos cuenta, sin ser conscientes siquiera al llegar a la madurez, se fragua el carácter de las personas y ya se sabe, las mujeres lo hemos tenido normalmente más difícil. Sobre todo éstas, nacidas la mayoría en el siglo XX, época en la que a las niñas se les enseñaba labores del hogar y se las preparaba sobre todo para ser sumisas, agradables, educadas, es decir para ajustarse fielmente a las normas impuestas por los hombres que regían el mundo. «Que la homosexualidad se cura es algo que hoy sólo creen algunos fanáticos religiosos que mandan a sus hijos a terapia. Pero en los años cuarenta, aquellos tratamientos psiquiátricos gozaban de cierto prestigio…». Por eso se eleva la voz de Carson McCullers quien intuyó que, no sólo los hombres, todos tenemos necesidad de ser oídos y entendidos, desde el homosexual hasta el negro o la mujer, de ahí «los discursos enardecidos de sus personajes, discursos porque en ocasiones hablan como si estuvieran ante un público que no ven».

Entre las mujeres homenajeadas está Alice Munro quien, en los años 60, obtuvo un lugar destacado entre los escritores canadienses; curiosamente, mientras otros titulares anunciaban a sus compatriotas, el que encabezaba un reportaje sobre ella «delataba una clara condescendencia: “Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos”». Pero no había problema, de niña había sido educada en un ambiente fanático religioso en el que se la preparó convenientemente para la invisibilidad. Por fortuna, mujeres como ella reaccionaron y se obligaron a escribir una realidad dura, la de la vida que les tocó en suerte. Una vida que las juzgó (¿nos juzga?) por su aspecto físico antes que por su mente, hasta el punto de insultar, ofender, denigrar a todas aquellas que como Mary Beard, a pesar de ser una prestigiosa investigadora del mundo clásico, a pesar de que «A ella le importa un pimiento no ser bella» los críticos televisivos se dedicaron a «describir la vestimenta poco cool de la sabia dama» y tuvo que soportar comentarios en twitter tipo «Puta apestosa. Seguro que tu vagina da asco». Pues gracias a esta poco “agraciada” señora conocemos todo lo relativo a la Antigua Roma aunque “eso” en esta sociedad hipócrita, superficial y machista no sea primordial.

El consuelo es que Beard «decidió investigar sobre la naturaleza de quien insulta». Esos pensamientos, esos análisis también valdría la pena leerlos.

Caso contrario es el de Lucia Berlin, bellísima alaskeña que escribió a pesar de su alcoholismo, heredado de su madre, de sus diferentes compañeros y de sus cuatro hijos a los que nunca abandonó «cuándo escribió Lucia Berlin, cuándo tuvo tiempo esta mujer que sobrevivió a una aventura iniciada desde su nacimiento».

Sally Mann tampoco fue una madre al uso pues se enfrentó, desde Virginia, a todos los EE.UU. al fotografiar desnudos a sus propios hijos. «La tacharon de mala madre» aunque sus fotos, «Sus imágenes captan lo local, lo doméstico, y lo elevan a la obra de arte».

Otra manera de quitarse el sombrero, de no ajustarse a las normas sociales, es celebrar el dolor; es lo que viene haciendo Marjorie Eliot desde hace veinte años, cuando murió su hijo un domingo; esta pianista decidió abrir las puertas de su casa todos los últimos días de la semana a las cuatro de la tarde para tocar por su hijo y dejar paso a quienes quisieran unirse; es «el dolor transformado en música. La música como tratamiento paliativo contra la pena».

Son diferentes formas de no hundirnos en el dolor; todas pasan por sacarlo a la luz, por hacerlo partícipe a los demás para que puedan sentirse identificados, para, de manera catártica, sentirse arropados, unidos a los otros. Es lo que puso en marcha Olivia Laing al escribir «con valentía y desgarro cómo experimentó el mordisco rabioso de la soledad». al contar nuestra invisibilidad por escrito dejamos de ser invisibles, que es en resumidas cuentas lo que se ha pedido a la mujer desde siempre. Por eso, creo, nos gustan las historias en las que el personaje femenino rompe con lo establecido y decide hacer o decir lo que piensa, aun siendo castigada por un final didáctico o moralizador. El final es lo de menos, lo importante son los hechos que lleva a cabo esa mujer y que le estaban vetados como Madame Bovary quien no duda en quitarse la vida, dejando a una hija y a un marido —buenísimo— porque no es esa la que ella anhelaba vivir. Este mito feminista no está en el libro de Elvira Lindo, pero sí aparece Pippi Calzaslargas, un ejemplo de todo lo que una niña no debía hacer, rechazar las normas, vivir en libertad, amar la naturaleza, preocuparse por los demás y no por ella misma. Puede que sea antipedagógica pero «Qué alivio a veces huir del ruido de lo real para refugiarse en un lugar familiar y querido de nuestra imaginación infantil».

Otro mito de la literatura es Tristana, qué duda cabe. Un afamado crítico cinematográfico (Alberto Sáez) ya vio en la Tristana de Buñuel al personaje feminista, Elvira Lindo también encuentra en la de Galdós a una mujer «inquieta que no hallando satisfacción en la relación amorosa busca refugio en una parte recóndita de su corazón […] No hay hombre a la altura de Tristana, y tampoco hay cárcel que la encierre».

Tanto Pippi como Tristana son personajes literarios pero, dejando a un lado que podrían ser reales, también es de agradecer que bien mujeres u hombres nos recuerden que el sexo femenino puede, y debe, reivindicar su posición en la sociedad. Por eso me han impactado especialmente dos historias, por motivos distintos, una la de Joyce Maynard quien, a sus dieciocho años, en 1972, recibe cartas de J.D. Salinger, de cincuenta y tres, proponiéndole, debido a su buena escritura, una vida juntos, llena de éxitos e hijos. Cuando «el escritor vio saciado su capricho y hubo vulnerado la inocencia de la joven admiradora […] la mandó de vuelta a casa, no sin antes reprocharle no haber estado a la altura de sus expectativas y de hacerle prometer que jamás revelaría la experiencia». Hasta 1998, Maynard no se atrevió a confesar su historia y, sorprendentemente, fue criticada y humillada por críticos, tanto masculinos como femeninos. Hoy han salido nuevos casos de mujeres que tuvieron la misma experiencia que ella con Salinger. Ya es hora de desmontar mitos.

El otro caso que me ha impactado es el de María Guerrero, mujer luchadora, dedicada toda su vida al teatro, en la escena o como empresaria, que triunfó en España e Hispanoamérica aun a costa de hacer renunciar a su hijo a un matrimonio que no estaría del todo a la altura de la nobleza con quien ella trataba. de esta forma, Fernando Fernán-Gómez, otro de los grandes de España de todos los tiempos, creció ignorado por su padre y su abuela paterna. Es una pena que María Guerrero no llegara a ver hasta dónde llegó ese nieto que no quiso.

Por último, la propia recopiladora de estas historias y escritora del libro, Elvira Lindo, lamenta la falta de sentido del humor de un país, el nuestro, que la tachó de frívola por sus escritos de Tinto de verano, en donde ella aparece como irreflexiva y su marido como inocentón; y sin embargo es gracias a personas con humor que la vida se hace más llevadera, así que aunque Elvira Lindo opine que «soy una mujer inconveniente, incorrecta, insumisa», sabe a ciencia cierta que «los que me quieren me quieren precisamente por eso».

Sigamos el ejemplo de estas treinta mujeres, y tantas otras y, aunque duela, ejerzamos por el bien de todos nuestro derecho a la libertad.

Enlace: http://elblogaurisecular.blo..
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PlanetaSingular
 08 April 2020
En este libro, Elvira Lindo recoge una serie de crónicas y ensayos que escribió para diferentes medios, en los que pretende dar voz a mujeres que han sido olvidadas o silenciadas en todas las vertientes del arte. A muchas de ellas ya las conocía, pero he descubierto gracias a esta lectura muchos otros nombres y esto es algo que agradezco mucho.

En general creo que es un libro que cumple su función, la de acercarnos y darnos a conocer a mujeres artistas a las que en su momento no se les dio el reconocimiento que merecían. Sin embargo, me da la sensación de que se quiere abarcar a demasiadas mujeres en muy pocas páginas, y ya se sabe que «el que mucho abarca, poco aprieta». Me ha parecido que el recorrido que se hace por estas artistas es bastante superficial, no se profundiza mucho en ellas ni se aporta la suficiente información sobre sus obras. Es más, en algunos casos casi se las menciona de pasada. Hablar de la belleza de estas artistas, como ocurre con Patricia Highsmith o Joan Didion, tampoco me ha parecido una decisión muy acertada, porque en mi humilde opinión, poco o nada aporta. Además, tengo que reconocer que se nota bastante que son diferentes recortes de columnas de periódicos y conferencias, porque les falta una cierta cohesión y unidad.

En fin, ha sido una lectura interesante, pero considero que se le podría haber sacado mucho más partido. Aún así, decido quedarme con lo positivo, que es el haber descubierto a nuevas artistas a las que tengo ganas de seguir conociendo.
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beladarcy
 26 July 2020
Este tipo de reseña es mi preferido porque comento un libro que me ha gustado y ha superado mis expectativas considerablemente. Segunda lectura del 2019 y soy consciente de que va a ser de lo mejor que lea este año.

Prácticamente todos conoceréis a Elvira Lindo por una cosa u otra, aunque imagino que lo primero que se os vendrá a la cabeza es Manolito Gafotas.
En este caso, "30 maneras de quitarse el sombrero" es una de las novedades que Seix Barral nos trajo el pasado semestre. En cuanto lo vi, la curiosidad me pudo y la sinopsis me cautivó. Sin embargo, fueron las primeras páginas (que podéis leer en la web pinchando en el link de arriba) las que que me decidieron a leerlo.

Elvira Lindo recoge en este libro treinta reflexiones ligadas a treinta mujeres que le han inspirado en su vida. Desde Pipi Calzaslargas hasta Louisa May Alcott pasando por Patricia Highsmith y la Tristana de Pérez Galdós.
Personalmente mi historia preferida ha sido la de Maria Guerrero. He aprendido y relacionado muchísimos personajes conocidos, para mi sorpresa, gracias a ella.
Siento admiración por este libro porque nos concede varios regalos: en primer lugar homenajea a, por lo menos, 30 mujeres maravillosas de distintos contextos y situaciones. Además la autora nos ofrece su reflexión y comentarios acerca de lo que la llevó a fijarse en estas mujeres. Esto último me ha ganado porque es diferente a cualquier libro que haya leído sobre mujeres destacables.
Además el último "capítulo" podemos ver a la autora siendo transparente, compartiendo pensamientos, anécdotas, sentimientos. La guinda de una vida y un libro construidos observando y reflexionando sobre las mujeres que nos ha presentado.

En definitiva, 30 maneras de quitarse el sombrero es un libro para saborear, sentir y admirar a través de las palabras e ideas de la maravillosa Elvira Lindo. Se trata de un conjunto de textos diferente de todas las recopilaciones de historias de mujeres ya que la autora nos regala reflexiones y memorias maravillosas.
Enlace: http://leerenlaluna.blogspot..
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Las críticas de la prensa (1)
ElPais20 November 2018
Lindo se autorretrata como una “mujer inconveniente” a partir de los retratos de otras 29 féminas disconformes.
Leer la crítica en el sitio web: ElPais
Citas y frases (2) Añadir cita
Beatriz_VillarinoBeatriz_Villarino24 March 2019
Dicen que me he vuelto más seria escribiendo. Se equivocan. Me he vuelto más libre. Ya no intento hacer gracia, porque hay cosas que quiero contar en otros tonos. Utilizo el humor cuando estoy de humor. Al periódico le hubiera gustado que fuera su graciosa de guardia, y lo entiendo, lo normal en los medios es que te encarguen lo que has hecho antes y ha funcionado, pero yo siento aversión a cumplir órdenes o verme encasillada
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Beatriz_VillarinoBeatriz_Villarino31 March 2019
Al nacer cada mañana
me pongo un corazón nuevo
que me entra por la ventana
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Videos de Elvira Lindo (28) Ver másAñadir vídeo
Vidéo de Elvira Lindo
Entrevista a la escritora Elvira Lindo dentro del programa del Instituto Cervantes «Las ínsulas prometidas», dedicado a autores que viven un momento esplendoroso de su proyección internacional y que se encuentran en pleno desarrollo de su obra. #LasÍnsulasPrometidas
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