“El cielo no es humano y el hombre que piensa tampoco lo es” En el libro se homenajea a los intelectuales represaliados por el régimen que tuvieron que dedicarse a los trabajos más bajos, literal y metafóricamente, para sobrevivir; se denuncia la censura y marginación de diversas manifestaciones artísticas, pero, sobre todo, el libro es un bello, exaltado y ebrio canto a los libros y a los lectores: a ese libro en el que todo escritor sueña plasmar “la mayor suerte y la mayor desgracia de los hombres”, y a esa perfecta lectura que completará y cerrará la admirada obra de arte. Como contrapeso, también es un amargo reconocimiento del, en el fondo, ineficaz lenitivo, inútil remedio y consuelo, que en realidad es toda la literatura, al igual que todas las filosofías o todas las doctrinas, cuando el mundo tuerce su curso o cuando todo llega a su fin. “…los libros han conspirado contra mí, sin haberme transmitido ningún mensaje del cielo” Haňt'a lleva treinta y cinco años prensando libros y papel viejo en pacas que forra con litografías de grandes cuadros y que rellena con alguno de esos preciosos libros que de vez en cuando le llegan y que él deja abierto por aquella página que recoge los pensamientos más elevados y bellos. Otros muchos de esos libros son rescatados y llevados a su casa donde ya se acumulan por toneladas. Así, prensando y pensando se puebla la soledad demasiado ruidosa en la que míseramente vive Haňt'a con el único consuelo de los buenos libros que al terminar la jornada, y con la inestimable ayuda de una buena jarra de cerveza, le explican algo sobre sí mismo, algo que todavía desconocía. “… cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no sólo penetrando mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos” Hrabal consigue en este tan breve como hermoso relato la comunión de lo excelso y lo sombrío, de lo patético y lo sublime, de lo bello y lo feo, tal y como ocurre en “la melancolía de este mundo que no se acaba de construir jamás”. “… me encontraba en la situación de aquellos monjes que, cuando Copérnico descubrió nuevas leyes cósmicas según las cuales la tierra no era el centro del mundo, se vieron incapaces de imaginarse un mundo diferente de aquel en el que habían vivido hasta entonces y se suicidaron en masa” La prensa, que el progreso hace cada vez más grande, como la constancia de una destrucción real de la cultura de toda una época, y al mismo tiempo como una metáfora del tiempo que aplasta nuestras propias vidas hasta que ya no queda nada. “El cielo no es humano y yo estaba harto” + Leer más |