Siglos y siglos vagando juntos, condenados a hacerlo hasta el fin de los tiempos, ese que ellos desencadenarían tarde o temprano. Y que fuera inminente era lo único por lo que rogaba Phlàigh cada día de su eterna vida.
|
Siglos y siglos vagando juntos, condenados a hacerlo hasta el fin de los tiempos, ese que ellos desencadenarían tarde o temprano. Y que fuera inminente era lo único por lo que rogaba Phlàigh cada día de su eterna vida.
|
A pesar de lo que la humanidad pudiera pensar, ellos no decidían la suerte de los hombres, no eran ángeles vengadores, sino un medio, una herramienta en manos de un poder superior. Y que ese poder los fulminara si no estaban hastiados, cansados de tanto vagar...
|
Aquí, el Señor de la Hambruna es también el listillo de la familia.
|
―¿Haces el favor de tomártelo en serio? ―le cuestionó su gemelo en tono acusatorio. ―Lo hago, me lo tomo muy en serio ―le contestó con repentina expresión tensa―. Me he pasado toda la puta noche en vela dándole vueltas a ese libro, pero no he hallado respuesta alguna. Así que prefiero reírme del asunto a cabrearme y que el mundo se vaya a la mierda sin necesidad de invocar el Apocalipsis, ¿no te parece buena elección? |
―No eres más imbécil porque no te entrenas ―le reprochó su gemelo. ―Tú dame tiempo ―farfulló con la vista perdida en el texto. |
―Te quiero, Kyra ―susurró, hundiéndose en ella con embates profundos y lentos―. Ojalá mañana lo recuerdes. No quiero perderte.
|
―Pillaros unas cervezas ―les pidió con desgana―. Esto va para largo.
|
―Podría revisar tu máquina con los ojos cerrados, pero me lo prohíbe mi religión.
|
―Es el tiempo de Belial
|
Acababa de provocar un infarto de miocardio a una docena de corazones.
|
¿Con qué frase empieza esta novela?