Pareciera que es mentira, que lo digo para intentar encajar algo en la reseña, pero no es así. En serio no recuerdo cuándo compré este libro ni lo que me llevó a hacerlo. Sí tengo el recuerdo del lugar donde lo compré, pero nada más: ni día, ni circunstancia, ni nada del tipo. Algo realmente raro para mí que suelo recordar dónde compré o quién me regaló algún libro. Esta novela, cuenta el mismo Borges, fue la primera que leyó en alemán —no quiero imaginar el nivel de complejidad de la gesta— y lo cautivó siempre, fue tal el nivel de cautivación de Borges que escribió un poema homónimo, y que está más cercano al mito del cual toma el nombre la novela. Cuenta la leyenda, que en el siglo XVI un rabino que vivía en Praga y necesitaba ayuda en la sinagoga, por medio de métodos cabalísticos logró crean una suerte de autómata de barro que para ser activado precisa de tener inserto un papel con la palabra תמא, emet, “verdad”. Un día el rabino olvida borrar la primera letra del papel para desactivar al golem, pues al hacerlo queda sólo met (תמ), “muerte” y el golem se sale de control y destruye todo lo que se le pone en el camino. Acá termina la relación del mito judío con este libro. No hay nada más, acá no vemos al golem como una versión semita del monstruo de Frankenstein ni nada del tipo. El golem permanece como un rasgo secundario de la novela y es más una suerte de anécdota dentro del gueto judío de la Praga del siglo XIX. Así que, si alguien va a leer el libro esperando encontrar una suerte de cacería, este no es el libro. El libro es, sobre todo, una narración de la vida cotidiana del gueto judío de Praga durante el siglo XIX, y esto debe ser dicho y tratado con pinzas, pues claramente yo no soy judío —al menos practicante, pues en mi árbol sí se encuentran ancestros de la tribu de Leví— y, al parecer, el autor no llevó a cabo la suficiente investigación sobre el asunto y basó más esto en suposiciones o en lo que se “sabía” de la forma de vida de los judíos en Europa mucho antes del Holocausto. En este contexto, Meyrink nos propone una novela onírica, a veces bastante irracional en la que es frecuente hacerse preguntas del tipo ¿Es real la historia o es parte de la locura del protagonista?, ¿El personaje es el golem? Y toda una suerte de otras preguntas de las que poca o nula respuesta se tiene con el correr de las páginas. Este conocimiento tangencial del asunto se ve también en la fisionomía que Meyrink atribuye al golem: amarillo, de ojos rasgados… le faltó solo decir que lo habían traído en un barco de la China para remarcar el toque xenófobo de su interpretación de un monstruo, ya por sí bastante temido por los habitantes del gueto. El verdadero hilo conductor de la historia es el sombrero de Athanasius Pernath, sombrero que por error nuestro protagonista anónimo toma en la catedral de Hradschin y que extrañamente durante un sueño lo hace tomar la identidad del dueño del sombrero. Durante este tiempo van a pasar la mayoría de los sucesos narrados y que incluyen una ida a la cárcel, un asesinato, una traición, amor, muchos sueños raros —sí, los sueños dentro de otro sueño ya se los habían inventado antes que Nolan—. Con todo esto sobre la mesa, queda claro de que la novela más que contar la historia del mítico monstruo, intenta ser una metáfora de lo sobrenatural y lo oculto. Una suerte de fábula sobre la impotencia del hombre ante el inconsciente. Una fábula, eso sí, bastante entramada y con muchas cosas encima que por momentos la nublan. Nada raro que algo del tipo haya salido de la cabeza de Meyrink, un tipo que dedicó gran parte de su vida a estudiar varias corrientes del esoterismo y que en uno de esos momentos de autodescubrimiento escribió esta novela, que según los lectores de su obra es la más sencilla de abordar y una buena puerta de entrada a su obra. En mi caso personal me encontré con una puerta sin cerrojo ni llave alguna. Esta novela gótica no es apta para todo el mundo, pues requiere una lectura bastante atenta y es muy común el hecho de tener que devolverse un par de párrafos para lograr entender lo que pasa. Los saltos entre la “realidad” y el mundo de los sueños a veces son bastante imprevistos y de la nada se tiene un torbellino de sucesos en la cabeza o no se entiende cómo se llegó al lugar en cuestión. Sumado a esto, un ritmo bastante irregular, que combina no de la mejor forma una prosa rica que describe con lujo de detalles calles, lugares y fenómenos; con diálogos a veces muy interesantes, pero que otras veces son una simple retahíla de conocimientos cabalísticos y esotéricos de otras creencias. Con un final un poco esclarecedor, pero bastante apresurado, debo concluir que: el esfuerzo de leerlo no se ve recompensado y de que, si se quiere leer el libro, debe, a lo mejor, hacerse con otro filtro que lleve encima una visión metafísica de la vida, algo de lo que yo carezco al 100. + Leer más |