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Hay quien prefiere las ortigas de Junichirô Tanizaki
El no tenía nada contra su mujer. Uno y otro habían perdido toda fuerza de atracción sexual. Todo lo demás - gustos, modo de pensar - concordaba perfectamente. El no veía en ella a la mujer y ella no veía en él al hombre: era la conciencia que tenían de ser marido y mujer sin realmente serlo lo que creaba aquella tensión entre ellos. De no haber estado casados, probablemente hubiesen podido ser excelentes amigos.
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