Ella se lo quedó mirando. Se sentía acorralada. Quería darle lo que quería, pero no era capaz. Sus sentimientos, su pérdida, eran tan intensos que si se permitía sentirlos a fondo, nunca encontraría el camino de regreso.
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Ella se lo quedó mirando. Se sentía acorralada. Quería darle lo que quería, pero no era capaz. Sus sentimientos, su pérdida, eran tan intensos que si se permitía sentirlos a fondo, nunca encontraría el camino de regreso.
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El dolor físico era infinitamente más fácil de sobrellevar que el dolor del corazón.
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Él es el que tantas veces me decía que el perdón podía ser mío si tendía las manos. Daría lo que fuera por haberle hecho caso antes, pero sé que me está escuchando ahora.
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—Mamá, te quiero —le digo. No es suficiente, no bastan esas tres palabritas que de pronto quieren decir adiós, y yo no estoy preparada para despedirme.
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Solo sabía que se había quedado ya sin la capacidad para mantenerse a distancia de las cosas. También ella había sujetado su parte del muro durante más de veinticinco años, no queriendo ver de verdad a su madre ni necesitarla. Y en esa distancia había encontrado una fuerza. O por lo menos un sucedáneo de fuerza. Ahora ya casi no le quedaba nada de ella.
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Y quizá era así como debía ser, como la vida se abría como una flor, si la vivías el tiempo suficiente. La alegría y la tristeza formaban parte del lote; la cuestión, quizá, era permitirnos sentirlas plenamente, pero agarrándonos un poquito más fuertemente a la primera, porque nunca se sabía cuándo un corazón fuerte ya no podría más.
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—La juventud no tiene nada que ver con el amor. Una mujer puede ser una niña y aun así saber lo que siente su corazón.
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Entendió por qué su madre solo narraba la historia en la oscuridad y por qué su voz era tan diferente: porque tenía que ver con la pérdida. Era la voz que ponía cuando bajaba la guardia.
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No les ha dicho que los quiere. Le había dado miedo que al decirlo se echasen todos a llorar aún más, y por eso se ha callado las preciadas palabras, las únicas que de verdad importan.
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—Las mujeres tomamos decisiones por otras personas, no por nosotras mismas, y cuando somos madres… soportamos lo que nos echen por nuestros hijos. Los protegerás. Te dolerá, les dolerá a ellos. Tu cometido es ocultar que se te está partiendo el corazón y hacer lo que necesitan que hagas.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...