Él es el que tantas veces me decía que el perdón podía ser mío si tendía las manos. Daría lo que fuera por haberle hecho caso antes, pero sé que me está escuchando ahora.
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Él es el que tantas veces me decía que el perdón podía ser mío si tendía las manos. Daría lo que fuera por haberle hecho caso antes, pero sé que me está escuchando ahora.
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Y quizá era así como debía ser, como la vida se abría como una flor, si la vivías el tiempo suficiente. La alegría y la tristeza formaban parte del lote; la cuestión, quizá, era permitirnos sentirlas plenamente, pero agarrándonos un poquito más fuertemente a la primera, porque nunca se sabía cuándo un corazón fuerte ya no podría más.
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Podría haberlo arreglado después, pero me gustó oír su nombre cada vez que alguien se dirigía a mí. Me hacía daño, y yo acogía ese dolor con gusto. Era lo menos que me merecía.
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La pérdida es un dolor sordo dentro de mi pecho, un temblor de mi respiración, pero me digo que he hecho lo correcto.
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A veces un nombre es todo lo que te queda.
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Sigue adelante. Olvida si puedes. Vive. Ese consejo no era tanto sobre la persona de mi padre, sino sobre la vida misma. Sobre el efecto de la muerte en las personas. |
—Mamá, te quiero —le digo. No es suficiente, no bastan esas tres palabritas que de pronto quieren decir adiós, y yo no estoy preparada para despedirme.
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Me he quedado tanto tiempo en tierra que ya no puedo volar.
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—La juventud no tiene nada que ver con el amor. Una mujer puede ser una niña y aun así saber lo que siente su corazón.
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Solo sabía que se había quedado ya sin la capacidad para mantenerse a distancia de las cosas. También ella había sujetado su parte del muro durante más de veinticinco años, no queriendo ver de verdad a su madre ni necesitarla. Y en esa distancia había encontrado una fuerza. O por lo menos un sucedáneo de fuerza. Ahora ya casi no le quedaba nada de ella.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...