- La infelicidad está tan viva hoy en día. [...] - Ese es el primer paso, mamá -digo con suavidad-. La infelicidad tiene que estar viva para que pueda suceder cualquier cosa. |
- La infelicidad está tan viva hoy en día. [...] - Ese es el primer paso, mamá -digo con suavidad-. La infelicidad tiene que estar viva para que pueda suceder cualquier cosa. |
"En el vocabulario de mi madre no existía el amor como tal, solo el Amor. Un sentimiento elevado, de naturaleza espiritual y tinte moral. Por encima de todo, un sentimiento que resultaba inconfundible cuando se hallaba presente e igualmente inconfundible curando se hallaba ausente. «Una mujer sabe si ama a un hombre», decía. «Si no está segura, es que no lo ama». Estas palabras llegaban hasta mí como venidas desde la cumbre del Sinaí La interpretación de la variedad de comportamientos humanos que se suponen derivados del amor no era necesaria en nuestra casa. Si mi madre no era capaz de identificar en otra mujer reacciones a un marido o un amante que duplicasen las suyas, no lo consideraba amor. Y el amor, decía, lo era todo. La vida de una mujer estaba determinada por el amor."
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Lo único que odia es el presente; en cuanto el presente se hace pasado, comienza a amarlo inmediatemente.
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Si mi madre no era capaz de identificar en otra mujer reacciones a un marido o a un amante que duplicasen las suyas, no lo consideraba amor. Y el amor, decía, lo era todo. La vida de una mujer estaba determinada por el amor.
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La gente y sus enseres parecían evaporarse de un apartamento y otros ocupaban sin más su espacio. Qué pronto capté la naturaleza circunstancial de la mayoría de los apegos.
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No es lo que lleva puesto, comentaba una vecina, es cómo lo lleva. No es lo que dice, sino cómo lo dice. No es la cara que pone, es la cara que tiene. ¿Entiendes a lo que me refiero?.
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Habíamos sido iniciados, habíamos aprendido la diferencia entre las ideas que se ocultaban y las que se expresaban. Esto nos convirtió en unos subversivos dentro de nuestros propios hogares.
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Cuando después de licenciarme se enteró de que yo no era maestra, actuó como si la hubieran timado. En su mente una joven entraba por una puerta con un cartel que decía facultad y salía por otra con un cartel que decía maestra.
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Si ella trabajara, él no tendría que encerrarla en casa. No estaría mal de la cabeza y podría mandar al marido al carajo. ¿No se te ha pasado por la cabeza sabelotodo?. Me he dado cuenta de que, cuando una mujer no puede mandar a un hombre al carajo, con frecuencia acaba loca.
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Descubrí que me horrorizaba cocinar: no podía asimilar su valor social, le daba vueltas sin parar a por qué me tocaba a mí proporcionar aquel servicio que ambos requeríamos por igual y seguí siendo obstinadamente inepta durante mucho más tiempo del necesario.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...