¿Quién puede saber lo que ocurre tras las puertas cerradas, en los salones y en los dormitorios? ¿Quién puede saber lo que pasa entre dos personas, día tras día, año tras año, en un millar de madrugadas?
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¿Quién puede saber lo que ocurre tras las puertas cerradas, en los salones y en los dormitorios? ¿Quién puede saber lo que pasa entre dos personas, día tras día, año tras año, en un millar de madrugadas?
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Todos los que conoce, sin excepción, darían todo lo que poseen por que les apareciera la lámpara de Aladino dentro de una chistera. De los tres deseos les basta uno. Volver a tener veinte años, sabiendo lo que sé ahora. Una oportunidad de volver atrás, de hacerlo bien esta vez. Dirían adiós a todo lo que tienen y conocen. Casa, renta, familia y amigos. Hijos. Sin dudarlo. En la noche oscura del alma, su vista escudriña los rincones sombríos en busca de un diablo codicioso que venda elixires de la eterna juventud. Pero las sombras están huecas y vacías, como el reloj de arena de sus vidas.
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Esa señora, como usted la llama, no es policía, ni es criminalista. Nunca ha empuñado un arma, ni ha llevado una placa, y sin embargo ha salvado decenas de vidas.
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Antonia Scott sólo se permite pensar en el suicidio tres minutos al día.
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10 negritos