(...) tenía cierta idea de las mecánicas de nuestra relación, y las asumía con la naturalidad que concede la costumbre, esa lenta e implacable apisonadora que convierte lo inadecuado en lo habitual. Podría haberme ayudado a salir de mi capullo si yo se lo hubiese pedido, y no me cabe duda de que lo habría hecho
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