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Las mejores frases de Norte y Sur (18)

Hexekat
Hexekat 21 March 2023
Son gente real. Y no creen en la Biblia, no señor. Pueden decir que sí de boquilla, pero, santo cielo, señor, no me diga que cree que su primer grito por la mañana es «¿Qué haré para alcanzar la vida eterna?», sino más bien «¿Qué haré para llenarme la bolsa este bendito día? ¿Adónde iré? ¿Qué tratos cerraré?».
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Lizvzcrz
Lizvzcrz 07 December 2022
Y lo que le parecía mejor que todos los demás privilegios: podía sentirse desgraciada si quería.
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EmilianoPD
EmilianoPD 03 July 2022
una noche como aquélla se había prometido que llevaría una vida tan valiente y tan noble como cualquier heroína de novela de la que hubiera leído u oído hablar, una vida sans peur et sans reproche. [..] Pero en aquellas solemnes horas de reflexión había aprendido que tendría que responder de su vida y de lo que había hecho con ella algún día; e intentó resolver ese dificilísimo problema de las mujeres: cuánto debe entregarse en obediencia a la autoridad y cuánto puede reservarse para actuar con libertad.
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AidaAL
AidaAL 13 March 2022
Norte y Sur tienen cada uno sus propios problemas .Si allí el trabajo es seguro y regular, está pagado con salarios de hambre;mientras que aquí ganamos mucho un trimestre y ni un céntimo al siguiente .
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Entretules
Entretules 09 November 2021
No hay nada como comer juntos para igualar a los hombres. La muerte no es nada en comparación: el filósofo muere sentenciosamente; el fariseo, ostentosamente; el simple, humildemente; y el pobre idiota tan ciegamente como el gorrión cae a tierra; pero el filósofo y el idiota y el publicano y el fariseo comen todos del mismo modo,
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Literannia
Literannia 13 June 2021
-No soy fácil de pescar, madre, como creo que ya sabes. Pero no tolero que hables de la señorita Hale de esta manera, que, como sabes, me resulta ofensiva. Nunca me he dado cuenta de que ninguna joven me haya querido pescar hasta la fecha, y no creo que nadie se haya molestado con una ocupación tan inútil.
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Galena
Galena 15 December 2017
Vio que los muchachos del fondo se inclinaban para sacarse los pesados
zuecos de madera (el proyectil más a mano que podían encontrar). Entonces comprendió que sería el detonante y salió corriendo de la habitación con un grito que no oyó nadie, bajó las escaleras y se encontró (había alzado la gran barra de hierro con una fuerza imperiosa y había abierto la puerta de par en par) frente a aquel mar embravecido de hombres, lanzándoles dardos inflamados de reproche con la mirada. Vio que los zuecos seguían en las mismas manos, que los semblantes, tan malignos un segundo antes, eran ahora indecisos, como si se preguntaran qué significaba aquello. Porque ella se había interpuesto entre ellos y su enemigo. No podía hablar, pero tendió los brazos hacia ellos hasta que consiguió recobrar el aliento.
—¡No empleen la violencia! ¡El es uno solo y ustedes son muchos!
Pero sus palabras se extinguieron porque su voz no tenía tono; era sólo un susurro bronco. Él estaba a su lado; había salido de detrás de ella como si se sintiera celoso de que algo se interpusiera entre el peligro y él.
—¡Márchense! —dijo ella una vez más (y ahora su voz fue como un grito) —. Han avisado a los soldados, llegarán en seguida. Váyanse pacíficamente.
¡Márchense! Sus quejas serán atendidas, sean cuales sean.
—¿Enviarán de vuelta a los canallas irlandeses? —gritó alguien de la multitud en tono furioso y amenazante.
—Nunca por orden vuestra — exclamó el señor Thornton. Y acto seguido se desencadenó la tormenta. El clamor y los gritos llenaron el aire, pero Margaret no los oía. Ella miraba fijamente al grupo de muchachos que se
habían armado con los zuecos hacía un rato. Vio su ademán, comprendió lo que significaba, interpretó su propósito. Un segundo más y el señor
Thornton podría estar muerto. Y ella le había instado y aguijoneado para que se pusiera en aquella peligrosa situación. En aquel momento sólo pensó cómo podía salvarle. Le echó los brazos al cuello, hizo de su cuerpo escudo entre él y la muchedumbre enfurecida. Inmóvil, con los brazos cruzados, él se zafó de ella.
—Márchese —le dijo, con su voz grave—. Éste no es lugar para usted.
—¡Sí lo es! —dijo ella—. Usted no ha visto lo que yo.
Estaba muy equivocada si pensaba que el hecho de ser mujer la protegería,
si al dar la espalda con ojos entrecerrados a la terrible cólera de aquellos hombres abrigaba alguna esperanza de que antes de que volviera a mirar se habrían parado a reflexionar y habrían desaparecido sigilosamente. Su
pasión insensata los había llevado demasiado lejos para detenerse, al
menos había llevado demasiado lejos a algunos; porque siempre son los
muchachos salvajes, con su amor por el entusiasmo cruel, quienes dirigen los motines, insensibles al derramamiento de sangre que puedan causar. Un zueco surcó el aire con un silbido. Margaret observó fascinada su curso. No alcanzó su objetivo y ella se asustó, pero no se movió, limitándose a ocultar la cabeza en el brazo del señor Thornton. Luego se volvió y habló de nuevo:
—¡Por amor de Dios! No perjudiquen su causa con esta violencia. No saben lo que hacen. —Se esforzó para que sus palabras fueran nítidas.
Una piedra afilada pasó rozándole la frente y la mejilla y corrió una cortina de luz cegadora delante de sus ojos. Cayó como muerta en el hombro del
señor Thornton. Él descruzó entonces los brazos y la sujetó rodeándola con
uno un instante.
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Galena
Galena 15 December 2017
Mientras tanto, su padre, con su amable hospitalidad rural, insistía en que el señor Thorton se quedara a comer con ellos. Le hubiera resultado muy inoportuno aceptar, aunque pensó que habría cedido si Margaret hubiera apoyado la invitación de su padre con una palabra o una mirada. Se alegró de que no fuese así y, no obstante, se sintió irritado de que no lo hiciera. Ella le hizo una gran reverencia cuando se iba, y él se sintió más torpe y cohibido en todo su cuerpo que nunca antes en su vida.

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