Sólo comentaré el relato del título. “Regreso a Babilonia” de Scott Fitzgerald es un doloroso cuento autobiográfico. Tiene la autenticidad de lo vivido en carne propia. Charlie, un ex millonario enriquecido y arruinado en la loca vorágine bursátil de los años veinte, vuelve a París para recuperar a su hija. Charlie es viudo, su esposa murió casi por su culpa: la dejó en la calle una noche helada. La hermana de su fallecida esposa, Marion, lo culpa, lo odia y tiene la custodia de su hija. El relato nos cuenta los intentos por recuperarla y a la vez nos muestra los girones de lo que quedó de la locura derrochadora de los años veinte. La narración en tercera persona es sencilla y directa con algún toque poético que ahora sería políticamente incorrecto: “... vio cómo Josefina Baker consumaba sus arabescos color chocolate”. Abundan los diálogos con alguna reflexión intercalada: podría perfectamente convertirse en una pequeña pieza teatral. Excelente.
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Si los 20s de Fitzgerald supusieron que se sentara a la mesa de los dioses en todos los sentidos; fama, amor, lujo, Hollywood, reconocimiento..., los 30s fueron una bajada a los infiernos al puro estilo de Tántalo.
En la colección de relatos de F. Scott Fitzgerald, TODOS LOS JÓVENES TRISTES, editado en Malpaso, encontrarás las claves de la tristeza escondida en la trastienda de la aparente felicidad de aquellos locos años 20s.
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