Sin estas manos ásperas, proclamó, no existiría ni una silla, ni un edificio, ni un coche, nada, ni siquiera tú; si nosotros, los trabajadores, dejamos de deslomarnos, se pararía todo, el cielo caería sobre la tierra y la tierra aplastaría el cielo, las plantas volverían a adueñarse de la ciudad, el Arno inundaría vuestras bonitas casas, y solo quienes llevan deslomándose desde siempre sabrían como sobrevivir...
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