- ¡Duerme! - repitió con esa volubilidad del pensamiento, que hace variar veinte veces en un minuto las resoluciones de un amante o de un cobarde; pues cobarde es el hombre que es impotente para dominar su corazón
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- ¡Duerme! - repitió con esa volubilidad del pensamiento, que hace variar veinte veces en un minuto las resoluciones de un amante o de un cobarde; pues cobarde es el hombre que es impotente para dominar su corazón
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¡Él...! ¡Gilberto...!, ¡el hijo de un labrador y de una aldeana...!, ¡él...!, ¡tímido y respetuoso que apenas osara alzar los ojos delante de la altanera y desdeñosa joven, iba a tocar con sus labios la extremidad del vestido o las puntas de los dedos de aquella majestad dormida, que pudiera al despertar confundirle con su mirada...!
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En otros tiempos se cumplía con creer en un solo Dios y el rey, pero por falta de creencia, nos vemos hoy obligados a estudiar en tantos autores, y creer en tantas cosas que... vamos, prefiero no dudar nada. En mi época se aprendían cosas agradables, y así todos sabíamos jugar al faraón, biribí, tres dados, tirar a la espalda a pesar de cuantos edictos y prohibiciones publicaban, y arruinar duquesas para arruinarse luego por bailarinas.
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- ¡Cómo la receta... !, ¡habéis enseñado una receta a vuestra doncella, a vuestra doncella para que guise! Ya no falta más sino que os pongáis vos misma a cocinar ¿Habéis oído decir en alguna ocasión que la duquesa de Chateauroux, o la marquesa de Pompadour guisasen para el rey?
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La púrpura de sus labios que formaban arcos caprichosos de transparente coral, blancas y afiladas manos, unidas a unos brazos torneados, y su talle esbelto al par que flexible, la semejaban a una bella estatua del paganismo a quien animara un soplo prodigioso
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Que todos los hombres son hermanos, que toda sociedad que se compone de amos y siervos, está mal constituida, y que llegará un día en que todos los individuos sean iguales.
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No impidáis mi partida. Huyo de un hombre a quien amo; pero ante todo, soy romana y buena cristiana. Ese hombre perdería mi alma si continuase más tiempo a su lado; es un ateo y un nigromántico a quien Dios acaba de prevenir por medio de un rayo.
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¿Y suponéis que es fácil empresa la de hacer repugnantes a la Francia esas flores de lis, brillantes como las estrellas del firmamento, cariñosas como el aromático olor de la flor que representan, y que han llevado a todos los ámbitos del mundo, durante mil años, la civilización, la caridad y la victoria? Haced la experiencia, hermanos míos, y os doy, no veinte años, sino un siglo.
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¿Cómo un pueblo, y con más razón el francés, que perdona el mal y recuerda el bien, pues le han bastado Carlomagno, San Luis y Enrique IV, para respetar la vida de veinte reyes cobardes y crueles?
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Entonces, lo mismo que Pitágoras recordó haberse encontrado en el sitio de Troya, así yo recordé las treinta y dos existencias por que había pasado.
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?