Noches blancas

Simplemente me rompió. No pude escribir nada sobre esta obra porque simplemente estaba destrozado. El sentimiento de soledad y melancolía que te deja es simplemente acongojador. Admito con orgullo que lloré al terminarlo, no sólo por la trama en sí, sino porque el último acto de amor del protagonista me dolió tanto que tuve que dejar detenerme en seco por el dolor que me causó.

No haré un resumen de la trama, pues es tan corto que exhorto a todos a leerla, es impactante y te deja un sentimiento de vacío tan intenso que, por un momento, eres capaz de convertirte en ese soñador que penará de amor en las lóbregas calles de San Petersburgo.

“El cielo estaba tan estrellado, tan luminoso, que mirándolo no podía
uno menos de preguntarse: ¿pero es posible que bajo un cielo como éste pueda vivir tanta
gente atrabiliaria y caprichosa?”
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«Noches blancas» ha sido mi primera toma de contacto con Dostoievski.
Un protagonista excéntrico que no consigue conectar con la realidad y basa su vida en ensoñaciones.
Un escenario de noches blancas, características del solsticio de verano en San Petersburgo, donde no llega a ser de noche. Escenario que el autor aprovecha para reflejar la monotonía del personaje.
Un punto de inflexión que ofrece al protagonista una vivencia nueva y real, que lo cambia todo y que se refleja en la estructura de los capítulos.
En definitiva, una de las mejores novelas cortas que he leído hasta el momento.

Noches blancas cuenta la historia fugaz de un soñador. Un hombre solitario, tímido y melancólico, gentil y con deseos bondadosos, que vive de ensueños.
Caminando por las calles de San Petersburgo se encuentra con una joven. Quedan en volverse a encontrar un par de veces. Se enamora de Nástenka sabiendo que su corazón es de un recuerdo que aún espera. Un amor no correspondido, hermoso y fugaz que recordará por siempre, agradecido de la joven por haberlo hecho sentir intensamente algo real.

Lo he dicho un par de veces y no me cansaré de repetirlo! Es una historia bellísima, corta e intensa, de amor, desamor, ensueño y realidad. Quedé maravillada y melancólica. Un final inesperado. Lo creí y me rompió.
Estoy sorprendida de que una novela cortísima me hiciera sentir tanto, que me volviera a enamorar! Una de mis mejores lecturas del año.

"«Noche blanca», fenómeno que se da en la ciudad rusa durante la época del solsticio de verano y a causa del cual la oscuridad nunca es completa."

Me ha pasado algo raro con este libro.
Se nota la calidad del texto. La pluma del autor me ha gustado bastante, parece que transforma la prosa en verso (es mi primer Dostoievski). Sin embargo, la trama de la historia no me ha encantado.

Transcurre en San Petesburgo durante cuatro noches, donde nuestros protagonistas nos narran la vida de ambos y ellos mismos sienten como si se conocieran de toda la vida.
La historia de ella me ha resultado más entrenida que la de él, aunque me ha acabado cayendo fatal.

El autor describe increíblemente cada escena, hasta transportarte a esas noches blancas y te hace empatizar con los personajes transmitiendo «las grandes pasiones que mueven al ser humano; el amor, la ilusión, la esperanza, el desamor, el desengaño.»

Es un libro que tenía ganas desde el año pasado y tal vez tenía las espectativas muy altas porque he leído críticas muy positivas. Pero aunque no vaya a ser el libro de mi vida, lo que tengo claro es que quiero leer más libros de Dostoievski.

«Crimen y castigo» te tengo en el punto de mira.

Apenas soy conocedora de la narrativa de Dostoievski, pero sí que tras leer hace algunos años Memorias del subsuelo y hace unos meses Una historia desagradable, te das cuenta de que el relato Noches blancas se distancia bastante de las propuestas anteriores; aunque indudablemente guarde la esencia de un tiempo, un país y una época literaria.

Todo en este relato es exceso: la noche, los sentimientos, los diálogos… Un recargo que sin embargo el lenguaje esconde sutilmente y que sirve de vehículo para la exaltación de la soledad, el desengaño y la desmesura del flechazo a primera vista.

Noches blancas es una historia de amor que pertenece a un solo individuo, un personaje patético y descorazonador que representa a la perfección el romanticismo (que no lo romántico). Este personaje sin nombre se siente abrumado por el vacío, hasta que la presencia de Nástenka colma y rebasa los límites de la vasija de su alma.

Durante cuatro noches, ambos personajes creerán conocerse, comprenderse, acompañarse y enamorarse. Y digo creerán porque en la luminosidad de las noches de San Petersburgo se esconde la certeza del desamparo, la pasión como huida del terror de uno mismo.

Pese a que es en la historia del encuentro donde la acción comienza a acelerar e incluso a tener algo más sólido que contar, es en la primera y en la última parte del libro donde más he disfrutado la maestría del autor. Esa genialidad que consiste en precisar con la más auténtica y punzante desazón la visión del soñador.

Aun teniendo en cuenta la calidad del texto, no es una temática que me apasione, pero esto no impide que mi siguiente objetivo sea la aclamada Crimen y castigo, ya que mi interés por conocer más obras del escritor ruso nunca ha decaído.

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La historia me pareció sencilla sin embargo te mantenía enganchado, quería saber que iba a pasar.

Lo malo es que dos días después de haberla leído, prácticamente no recuerdo de que se trataba. Tan sencilla que fue poco memorable, al menos para mi.

¡Qué joya! ¡Qué belleza! Es de los libros más tristes y, a la vez, más bonitos que he tenido el placer de leer. Algunas de las reflexiones de su protagonista me han dejado huella. Va directo a mi estantería para releer cada vez que necesite volver a emocionarme.

Amor, soledad, ilusión y también desilusión es lo que Dostoievsky nos relata en "Noches blancas" apenas con dos personajes. No he llegado a empatizar con el personaje principal, me ha parecido poco natural (a veces pedante) en los monólogos tan largos que tenía con Nastenka. Nunca había leído a este autor y sinceramente el relato no me ha impactado, pero sí que me gustaría probar más lecturas suyas.

Es la segunda novela que leo del autor y vuelve a sorprenderme hondando en los pensamientos y sentimientos del ser humano de una manera obsesiva, tiene una intensidad envolvente, el amar y no ser correspondido, el anhelo de lo que pudo ser, lo absurdo de las justificaciones y la esperanza de un nuevo día donde todo puede cambiar

Me ha sabido a poco, a muy poco... me ha encantado los monólogos internos y los diálogos entre los personajes, con esas preguntas lanzadas al aire y al mismo tiempo contestadas sin dar opción al otro a responder, la intensidad de los sentimientos, esa pasión desbordante y exagerada, todo vivido tan intensamente, la magia de la ciudad y unas ilustraciones sencillas y precisas que reflejan perfectamente el momento de la narración

Escrito en primera persona del singular Dostoyevski nos propone un personaje narrador sin nombre dotando de mayor fuerza al texto, con el flujo directo escritor/lector.

Nuestro protagonista, hombre tímido y solitario deambula por las calles de San Petersburgo mas triste que de costumbre.
La llegada del solsticio de verano rompe su cotidianeidad y la frágil tranquilidad de observar diariamente las mismas gentes en los mismos contextos.

Cuatro noches blancas y una mañana, sirven como despertar de un alma atormentada, dándole una esperanza, un motivo, para desbocar como lo haría un niño.
Su virgen corazón que empieza a oxigenarse.

Un amor, o una ilusión que rompe 25 años de soledad amparada en su timidez.

En su prosa, más que en la historia, está la magia.
Con un monólogo interrogativo, reflexivo, donde vale la pena revolcarse cada cual en sus sensaciones y ensuciarse como un niño en su revolcón.

El texto es literatura de encaje fino, sin más arabescos ni piruetas que la inteligencia del autor.

Disfruté muchísimo de este relato, primera obra que leí del autor, gracias a las diferentes reseñas que encontré por el camino.

Aún no he limpiado mis ropas de polvo y barro, ni espero hacerlo, como ese primer beso que no quisiste limpiarte jamás y que no tiene porque coincidir con el primer beso.

Cuidado con las lagrimitas que si no regulamos el caudal, el charco es profundo.

Brillante novelita.