Hasta Dios me daba miedo. No podía creer en su amor, sino solo en su castigo. La fe... me parecía que eso equivalía a colocarse ante un tribunal, dispuesto a recibir el castigo divino. Creía en el infierno, pero me costaba mucho creer en el cielo.
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Hasta Dios me daba miedo. No podía creer en su amor, sino solo en su castigo. La fe... me parecía que eso equivalía a colocarse ante un tribunal, dispuesto a recibir el castigo divino. Creía en el infierno, pero me costaba mucho creer en el cielo.
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Existe la palabra "marginados", que denota a los infelices, a los fracasados y a los descarriados de la sociedad humana; pero yo creo que lo soy desde el momento en que nací. Por eso, cuando me cruzo con alguien calificado de "marginado", de inmediato siento afecto por él. Un afecto que llena todo mi cuerpo de un arrobamiento de ternura. También existe el término "conciencia de delincuente". Al estar en la sociedad humana, toda la vida he sufrido de esta conciencia; pero ha sido mi fiel compañera [...] |
Me cuesta entender que el ser humano viva o quiera vivir con pureza, claridad y felicidad en medio de toda esta mentira mutua. Nunca me han explicado la razón de esta habilidad.
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Comprender los sentimientos de cualquier mujer es más complicado y desagradable que estudiar las emociones de una lombriz.
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Mi vida ha estado llena de vergüenza. La verdad es que no tengo la más remota idea de lo que es vivir como un ser humano.
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✒Mi vida ha estado llena de vergüenza. La verdad es que no tengo la más remota idea de lo que es vivir como un ser humano.
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Los cobardes temen hasta la felicidad. Pueden herirse incluso con el algodón. A veces, hasta la felicidad les hiere.
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A la orilla del mar, tan cerca que podría parecer que allí mismo rompían las olas, crecía una hilera de más de veinte enormes cerezos silvestres de tronco negruzco. Cada abril, cuando comenzaba el curso, los cerezos abrían sus espléndidas flores, junto con las hojas nuevas de color verde pardo y apariencia húmeda, que se recortaban contra el azul del mar. Después caían los pétalos como una tormenta de nieve, se esparcían sobre el agua, se quedaban flotando como pálidas incrustaciones de nácar y volvían a la arena.
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Creo recordar haber oído la teoría de que el ser humano vive para comer, pero nunca he escuchado a nadie decir que viviera para ganar dinero
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Me persigue la inquietud y el miedo de sentirme diferente a todos.
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¿En que año nació Marcel Proust?