Vi pasar su mano gorda y blanca por delante de mis ojos: su voz se había puesto ronca y sibilante. Se me puso la carne de gallina, y habría preferido en aquel instante verme frente a un batallón enemigo.
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Vi pasar su mano gorda y blanca por delante de mis ojos: su voz se había puesto ronca y sibilante. Se me puso la carne de gallina, y habría preferido en aquel instante verme frente a un batallón enemigo.
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Vimos entrar a Lasalle, que era nuestro coronel. Ya saben que era un buen mozo, con aquel uniforme azul celeste de húsar, que le sentaba divinamente. Los oficiales jóvenes estábamos tan entusiasmados con él, que habíamos tomado la costumbre de jurar, de jugar, de beber y de hacer mil diabluras, sencillamente para parecernos a nuestro coronel.
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Diré que cuando el emperador necesitaba a alguien para una misión delicada, siempre me hizo el honor de recordar el nombre de Esteban Gerard, aunque parecía olvidarlo cuando tocaban a distribuir recompensas. De todos modos, fui coronel a los veintiocho años, de modo que no puedo quejarme.
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Le debo algo por haberme encerrado en su despensa; pero si no existiera este motivo, bastaría la marca que veo en el brazo de esa señorita.
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Y no pude menos de pensar en la tontería que había cometido al mezclarme en un asunto en que nada tenían que ver ni Francia ni el emperador. Bastante era el tener que luchar con un millón de rusos, sin meterme en cosas ajenas.
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¡Hola, valientes! ¿Qué noticias traen de París? ¿Conque van a liberar a Polonia? Y mientras tanto son esclavos ustedes mismos, esclavos de un hombrecillo aristocrático, con su gabán gris y su sombrero de puntas.
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Nunca rehusé yo ninguna aventura, y además simpatizaba mucho con el joven.
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Cuando sólo se ha llegado a teniente o a capitán, puede disfrutar de la vida sin preocuparse de nada ni penar e otra cosa que en divertirse y en enamorar a las muchachas.
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Siempre recuerdo con placer aquellos gloriosos tiempos, y después de comer, al echar la siesta en mi butaca, veo desfilar por delante de mí las inmensas filas de guerreros: los cazadores con sus chaquetas verdes, los elegantes coraceros, los lanceros de Poniatowsky, los dragones con sus capotes blancos y los galantes granaderos.
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Soy uno de los últimos de aquellos hombres admirables que anted de dejar de ser muchachos fueron militares veteranos; de aquellos que aprendieron antes a hacer uso de la espada que de la navaja de sfeitar, y que durante más de cien batallas no permitieron ni una sola vez que el enemigo viese el color de sus mochilas.
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¿En qué año nace este personaje?