Las flores del mal (1857), reúne la mayor parte de la obra poética de Charles Baudelaire desde 1840 hasta su publicación. En esta ocasión, y por fin, me he comprado el poemario editado por @australeditorial pero, cuando lo leí por primera vez fue en el suelo de la biblioteca porque no me atrevía a llevármelo a casa. Tenía trece años y lo sentí como un acto de perversión brutal. ¡Un libro que me maldecía! Y aquella niña que creía en Dios, en el amor y en su capacidad para detener el tiempo, que se extendía ante ella moroso y primaveral, como un campo de amapolas, volvió en quince días y se llevó con ella a Baudelaire. ¿Cómo iba a abandonar a ese hombre atormentado por la falta de amor y apurado por la muerte? Y descubrió que el único vino que le gustaría sería el suyo. Con Safo se arrojaría de un acantilado en Lesbos y amanecería cada día en un tugurio de la bohemia francesa, rodeada de prostitutas y musas. Además, le presentó a Poe y le mostró que una obra puede conducir al Olimpo, después de haber viajado a las tierras de Satanás. . . El Baudelaire que leo en la treintena me produce mucha ternura. le acompaño por las cuarenta casas de alquiler y habitaciones de hotel por las que arrasó su vida. Sujeto su mano mientras le escribe aquella interminable carta a su madre, reivindicando el mutuo amor sin el que ninguno de los dos podría sobrevivir al otro. Y asisto, conmovida, al reencuentro final, en ese último y patético acto que precedió a la despedida. El funeral sofocante, con su ataúd cruzándose con el de otro parroquiano, la duda de la confusión que a él le habría encantado... y tantas ausencias. Verlaine demasiado joven y demasiado fan. Un París que estaba muriendo para que otro viera la luz, como un pop-up. . . Nos tomamos unas copas de absenta en una mesa escondida del café del recuerdo y nombraremos juntos a todas y cada una de las mujeres a las que no les dejó salvarle, porque le fascinaba su excentricidad, porque ninguna sabía volar. Enlace: https://www.instagram.com/mi.. + Leer más |