Las flores del mal de Charles Baudelaire
XXXIV. El gato Ven a mi amante pecho, hermoso gato, escondiendo las uñas de tus patas, deja que pueda hundirme en tus pupilas donde el metal se funde con el ágata. Cuando acarician con fruición mis dedos tu cabeza y tu lomo cimbreante, y mi mano se embriaga de placer al palpar todo tu cuerpo eléctrico, me imagino estar viéndola. Sus ojos, como los tuyos, bestezuela amable, hieren hondos y fríos, como un dardo, y de los pies a la cabeza, un aire muy sutil, un perfume peligroso flotará en torno a su moreno cuerpo. (Página 53). |