Las flores del mal de Charles Baudelaire
En cenicientas tierras, sin verdor, calcinadas como yo me quejase a la Naturaleza y el puñal de mi mente, caminando al azar, Fue afilando lento sobre mi corazón una gran nube oscura , de un temporal surgida, que albergaba una tropa de viciosos demonios semejantes a enanos furiosos y crueles. Se volvieron entonces fríamente a mirarme y, como viandantes que se asombran de un loco, los escuché entré sí reír y cuchichear intercambiando señas y guiños expresivos. |