A La Sombra Del Arcoíris 

—Los recuerdos tienen los bordes difuminados, Bay. Despídete de ella de una vez, pero hazlo de verdad. Todo el tiempo que inviertes intentando recuperar el pasado, lo pierdes de vivir el presente.

La vida son momentos, Bay. Son segundos.

Tú eres la única dueña de tu destino, serás quien quieras ser, irás donde quieras ir, y serás la única responsable de todas tus malas o buenas decisiones.

—La vida es injusta, ¿sabes? Te hace elegir. Si tomas un camino, irremediablemente estás desechando otro. No puedes vivir dos vidas en una, no puedes tomar dos direcciones a la vez, ni las oportunidades esperan al momento adecuado.

En todo caso, la vida no es un mar en calma: las mareas suben y bajan, las tormentas se desatan muchas veces sin previsión o con poco tiempo de antelación como para ponerte a salvo de ellas y, entonces, te quedas a merced de las olas y solo tienes dos opciones: aguantar sus embestidas o saltarlas.

Esa semana dejé de preguntarme tanto quién había sido yo, dejé de pensar en los que formaban parte de mi vida antes del accidente, en lo que había perdido. Había empezado a vivir y sentaba bien, como un baño relajante de burbujas.

No tenía pasado, no veía un futuro seguro, tan solo tenía un presente sumido en el caos.

Kata se quedó dormida a las cuatro de la madrugada tras explicarme que las películas son un arma de doble filo, porque hacen que te enamores de los protagonistas, que sientas esas historias de amor y las quieras conseguir, y que eso no suele suceder en la vida real, al menos no en Exmouth; pero que era necesario verlas, sentirlas y desearlas porque la esperanza es lo último que se pierde.

El sufrimiento ajeno es carnaza para los tiburones con dos piernas.

Cuando algo duele, se llora.