Un cuento perfecto

Me dijo que se me leía en los ojos que estaba triste y que él también lo estaba. Mencionó algo sobre que las personas tristes se necesitan entre ellas para sentirse comprendidas.

Vete por ti y por todas las cosas que ni siquiera sabes que te apetece hacer porque nunca tienes tiempo de hacerlas. Vete por la parte de ti que está triste y por la que va a ser feliz.

Nos dimos un abrazo con la mirada. Hay personas a las que solo les hace falta mirarte para estrecharte entre sus brazos.

Pero ¿no es en eso en lo que consiste de verdad el amor? ¿No se supone que no amamos de verdad hasta que perdonamos algo importante? ¿O todo aquello eran pequeñas mentiras con las que nos convencían de que el amor mediocre, el que te hace daño, debe ser llevadero?

¿Qué costaba escribir un mensaje? Uno. Uno escueto. (…)Una pizca de esperanza, algo a lo que agarrarse, un rescoldo de paz o una señal que indicara que el camino no terminaba allí, que había un sendero que llevaría al destino. Aunque, a esas alturas, ya pensaba que hasta lo contrario conseguiría aliviarme: si al menos supiera a qué atenerme…

Uno no puede desaparecer de la vida de alguien a quien ama de esa manera y esperar a que el tiempo haga magia.

Todas las canciones contenían pequeñas bombas en forma de frase o recuerdo. Es sorprendente cómo una melodía puede trasladarte a otro lugar y otro tiempo. Era demasiado tentador. Sabía que si encontraba un refugio en los recuerdos, no saldría de allí.

No supe qué decirle por muchas razones. La principal era que yo pensaba que mis ojos no contaban nada…, nada de nada y, en el caso de que lo hicieran, jamás imaginé que fueran a decir la palabra «pena». Me sentí avergonzada y quise huir, pero al menos esta vez no lo hice corriendo…

Este es mi número. No me gusta mucho hablar por teléfono, pero escríbeme si necesitas charlar sobre lo de tus ojos, que también hablan, ¿sabes? Y…, bueno, la gente que está triste necesita gente que aún lo está más para entenderse.

—Ponte gafas de sol si no quieres que lo veamos, guapito, que esos dos ojos hablan a gritos.