Un cuento perfecto de Elísabet Benavent
¿Qué costaba escribir un mensaje? Uno. Uno escueto. (…)Una pizca de esperanza, algo a lo que agarrarse, un rescoldo de paz o una señal que indicara que el camino no terminaba allí, que había un sendero que llevaría al destino. Aunque, a esas alturas, ya pensaba que hasta lo contrario conseguiría aliviarme: si al menos supiera a qué atenerme…
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