Medir tu propio coeficiente intelectual, tratar de etiquetar tu inteligencia, es un signo de tu propia ignorancia.
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Medir tu propio coeficiente intelectual, tratar de etiquetar tu inteligencia, es un signo de tu propia ignorancia.
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¿Acaso no le contó nunca su madre que es un pecado mortal echar un ojo a hurtadillas al final de un buen libro antes de haberse ganado uno ese derecho?
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Se estarían dedicando a otras cosas más grande y mejores, supuse. Siempre había algo muriéndose en el bosque, con la misma seguridad con la que surgía la vida.
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Nunca podras querer a nadie tanto como a tus propios hijos, incluido tu mismo.
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Tenía la firme convicción de que los sucesos del día a día laboral se debían quedar en el lugar de trabajo, y no llevarlos a casa y verterlos en el refugio del lugar de residencia como quien vuelca una cubeta de bazofia para que se atiborren los puercos. Se dejaba el trabajo en el trabajo, que era su sitio.
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Buena suerte amigo mío. Apuesto por usted, en serio lo digo. Pero qué divertido es esto, ¿no le parece?
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Soy un ladrón, un asesino, un secuestrador. He matado por diversión. He matado porque era necesario. He matado por odio. He matado simplemente por satisfacer esa necesidad que suele crecer dentro de mí con el paso del tiempo, una necesidad muy similar a un hombre que solo puede saciar la tentación de la sangre o el canto que hay en el grito del tormento.
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10 negritos