Sácame de esta incertidumbre. Dime que me amas, o que no me amas. Dime que te casarás conmigo, o que no te casarás conmigo. Por favor, amor mío. No me siento nada seguro de mí.
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Sácame de esta incertidumbre. Dime que me amas, o que no me amas. Dime que te casarás conmigo, o que no te casarás conmigo. Por favor, amor mío. No me siento nada seguro de mí.
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En ese momento él comprendió que el amor no moriría nunca, que nunca se disiparía del todo. Quizá llegara un día en que él conociera a otra mujer y se casara con ella. Quizá fuera incluso relativamente feliz. Pero en su corazón siempre habría un lugar profundo y precioso reservado a su auténtico amor.
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Dejaría atrás al hombre del que se había enamorado perdida y apasionadamente. Perdidamente era la palabra clave. Perdidamente y sin esperanza. Sin futuro. Tan sólo existía el ahora.
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Incluso los amigos necesitan sus espacios privados, siquiera en el fondo de su alma, donde ninguna otra persona tiene derecho a inmiscuirse.
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Tengo la sospecha de que es una persona interesante que merece que la conozcan a fondo. Y yo siento la necesidad de que me conozcan, justificar mi existencia a alguien que me considera indigno.
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Habría jurado que la joven no le había mirado una sola vez. De haberlo hecho él se habría percatado, puesto que no apartaba los ojos de ella.
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—No solo soy una mujer —dijo ella—. Soy una persona. Todas las mujeres somos personas. Si somos débiles y dependemos de los hombre, es porque hemos permitido que los hombres nos moldearan para que ofreciésemos esa imagen. Quizá los hombres se sientan bien y fuertes al vernos de esa forma. Y quizá la mayoría de las mujeres se conformen con ello. Quizá la sociedad funcione relativamente bien debido a que tanto los hombres como las mujeres nos sentimos insatisfechos con los papeles que nuestra sociedad nos ha impuesto. Pero yo me vi obligada desde muy joven a desenvolverme sola en la vida. Jamás diré que me alegro de que me ocurriera, pero sí me alegro de que las circunstancias me obligaran a vivir fuera del molde. Prefiero ser una persona completa que tan sólo una mujer, aunque ello me condene a estar sola. —No es preciso que esté sola —respondió él. —No —Ella sonrió—. Está dispuesto a casarse conmigo y a mantenerme y protegerme el resto de mi vida. Y así completaríamos el círculo. Lo siento, Peter. No pretendía soltar un discurso tan pomposo. Ni siquiera creía esas cosas hasta que las oí brotar de mis labios. Pero le aseguro que creo en ellas. + Leer más |
—No me mire así —murmuró ella. —¿De que forma? —Él la tomó por la muñeca y le retiró la mano de la boca. —Con lástima y compasión —Enojada, Susanna se apartó y se levantó bruscamente—. Siempre quiere «dar», «consolar», «proteger». ¿Nunca quiere «tomar», «exigir», hacer valer sus deseos? No necesito su compasión. ¿A qué diablos venía eso? Susanna se volvió de espaldas a él y avanzó unos pasos hacia el otro lado del claro situado en el centro del laberinto. El silencio de él era tan acusador como unas palabras. Ella sabía que le había herido, pero no podía retractarse. |
Él bajó la mano y desató las cintas de su sombrero. Luego lo empujó hacia atrás y éste cayó sobre la hierba detrás de ella. Susana sintió el aire cálido sobre su rostro y fresco a través de su pelo ligeramente húmedo. Él tomo su rostro con ambas manos y lo atrajo hacia sí. Ella relajó la rigidez de sus piernas y se volvió, arrodillándose junto a él. Entonces sus labios se rozaron de nuevo. Fue un beso breve —e impactante— como el último. |
—¿Se ha fijado —preguntó— que vivimos buena parte de nuestra vida en el pasado y la mayoría del resto en el futuro? ¿Se ha fijado que con frecuencia dejamos que el momento presente transcurra sin apenas prestarle atención? —Hasta que se convierte en pasado —contestó él—. Entonces le prestamos atención. Sí, tiene razón. ¿Cuántos momentos presentes cree que habrá hasta que regresemos a la casa? Y, a propósito, ¿cuánto dura un momento presente? Quizá podría decirse que es infinito, eterno. —O más fugaz que un segundo —apuntó ella. |
¿Quién escribió «Agnes Grey»?