El jardín de los frailes

Memorias noveladas donde el autor narra su paso por un colegio religioso. Manuel Azaña las escribe años después, con mas o menos 40 años. A lo largo del libro nos irá desvelando su día a día en ese periodo.
Entre 1921-1922, publicó las primeras entregas de la novela en la revista “ la pluma”. Fue publicado al completo en 1927.
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El ejemplar que estoy leyendo de la editorial Dárcenas singulares contiene dos prólogos, uno del propio autor, del que destaco su última frase “ !Quien no se forja la ilusión de escribir para gente avispada!”.
El otro prólogo de Ángel Luis Prieto de Paula nos sitúa en la época 1921-1940, para explicarnos la situación política y literaria del momento en España y la situación familiar, personal y negocios familiares de Manuel Azaña.
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Un dato interesante que nos da a conocer es el uso de los pseudónimos que Manuel Azaña uso para publicar. Y un dato curioso, abandona su carrera literaria dejando sin terminar sus novelas para ser Presidente de la República. Novelas que retoma mas tarde.
El autor expresa el pesar de un niño que termina la escuela y lo llevan interno al colegio de los frailes en el Escorial para continuar los estudios.
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En las primeras semanas conviviendo con los frailes, la disciplina uniforme y la sociedad del colegio no convencen a nuestro joven Manuel. Ni tampoco las asociaciones secretas generadas entre los alumnos, sin ningún fin concreto, que luego no subsistían fuera de los muros del colegio. de hecho el mismo menciona que de la época como estudiante no mantenía amistades, mas que alguna que retomó esporádicamente pero sin llegar a cuajar.
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El libro es una crítica hacia la educación en los colegios religiosos, mucha enseñanza religiosa alimentando el miedo de los estudiantes hacia lo considerado pecaminoso y sus posibles consecuencias y muy poca enseñanza real de cualquier otra índole. de hecho cuando les hablan de los filósofos, muy pocos pasan el cribado episcopal para poder hablar sobre ellos. Manuel reconoce que en aquella época nada en ese lugar despertaba su interés, y termino recogiendo lo mas placentero de los evangelios para rehacerse en un paganismo autentico.
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Tiene una prosa cuidada y muy rica, por momentos poética. Utiliza la retórica con sencillez y maestría. Aunque reconozco que alguna palabra si tuve que buscarla en el diccionario.
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Menciona algunas de las lecturas de aquella época de adolescencia, sobre todo lecturas de imaginación y fantasía como; Ivanhoe, La isla del tesoro, Los miserables o El conde de Montecristo.
Nombra también personajes de otros libros, como por ejemplo a Don Quijote y Sancho Panza, Don Carnal y Doña Cuaresma,Caliban, Segismundo. Personajes de obras clásicas españolas.
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Como apunte sobre el autor, Manuel Azaña se licencio en Derecho y llego a ser Presidente de la Segunda República.
Si quereis conocer la adolescencia de tan ilustre personaje en un colegio religioso, contada por el mismo, este es vuestro libro.

Frases destacadas:
🔺Entre su saber incomunicable y nuestra desgana, quedaba una zona muerta que ninguno intentó salvar.
🔺Empecé a poblar el mundo exterior con engendros de la fantasia.
🔺De cuantos deberes nos imponían en el colegio los únicos que prendían en realidades presentes en nuestro espíritu eran los religiosos, ya los acatásemos devotamente, penetrados de temor cristiano, ya suscitasen en algún corazón rebelde angustias mortales.
🔺Lo digo sin amargura, sin furor, no obstante el peligro en el que estuve, pues ahora solo me place recordar que me salve.
🔺Salí del colegio sin adquisición ninguna, nada tenía que abandonar ni que perder.

Manuel Azaña vivió ocho años de su existencia, aquellos de la ciudad de los prodigios, en la que todo es posible -en lo bueno y en lo malo-, interno en los agustinos de San Lorenzo de El Escorial, materia narrativa que conforma esta novela breve llena de matices y sombras de un mundo que, quizá, ya no existe.

Colmada de elementos autobiográficos, Azaña se muestra liberal, laico, con afición -y destreza- en la escritura y también en la oratoria. Se trata de una novela de formación, muy alabada por Salinas para el que este retrato del artista adolescente llega a la conclusión irrefutable de que resultaba imprescindible limitar el poder de la Iglesua para regenerar España.

El jardín de los frailes (Drácena, 2021) se publica, como es frecuente en la época, por entregas. Las primeras, entre septiembre de 1921 y junio de 1932, en los cuadernos de la pluma, revista dirigida por el propio Azaña entre 1020 y 1924. Aparecerá,por fin, como libro seis años más tarde, en 1926, diez años antes del final de la República y del inicio de los horrores de la Guerra Civil.

Preñada de citas y referencias culturales y literarias -absolutamente deliciosas las que dedica a la obra de Cervantes-, aunque a mí me recuerda ligeramente a A.M.D.G. (1910), de Pérez de Ayala, es cierto que las críticas son más suaves en Azaña y estallan furibundas en el discípulo de Clarín. Comparte con la parte dedicada al invierno de Helena o el mar del verano (1952), de mi adorado Julián Ayesta, esa presión de la culpa y el pecado y, finalmente, la liberación que permite tomar conciencia, pero también volar.

Asistiremos, como novela adolescente que es, a su despertar sexual, sus descubrimiento estéticos y, sobre todo, a la fascinación y el desconcierto que produce el descubrimiento de su mundo interior. de alguna forma, leer a Azaña es volver a leernos a nosotros mismos, a esos que fuimos, y seguro que para muchos, regresar, durante unas páginas a ese aroma a incienso y pecado, a duda y pérdida, pero también de esperanza.
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Un libro muy bueno para comprender la juventud, mentalidad, y experiencias de un joven Manuel Azaña, personaje importantísimo en la Historia de España. A través de sus páginas podemos entender cómo fue la educación del posterior presidente de la República Española, cuáles fueron sus intereses, sus preocupaciones, y cómo el estudiar en el Monasterio de El Escorial lo marcaría profundamente.

Se trata de una obra en la que se mezclan sus recuerdos con grandes dosis de cultura, de alusión a filósofos, personajes históricos, periodos artísticos o conceptos teologales que hacen de esta obra una lectura muy interesante.