Vamos a morir todos

💫¡DE LOS MEJORES LIBROS QUE HE LEÍDO ESTE AÑO!💫 No sabría decir si el libro lo ha escrito Emily (la autora) o Gilda (la protagonista). Y es que Gilda en primera persona nos hace vivir dentro de ella, dentro de su vida y de su mente. Y lo hace de una manera única.

Gilda, hipocondriaca, atea y lesbiana, comienza a trabajar casi por error de secretaria en la iglesia St. Rigobert. Aquí, donde tendrá que “disfrazarse” y ocultar la persona que en realidad es, conocerá gente muy especial. Y digo gente, porque la verdad que me cuesta reconocer si son personajes de novela o personas reales. Jeff, Giuseppe y especialmente, Eleanor y Rosemary nos traen escenas preciosas, llenas de ternura, y eclipsando con cierto optimismo el pesimismo propio de Gilda.

Siento que seré injusto con el libro diga lo que diga. El punto fuerte es todo. Gilda y su mente nos regalan escenas y reflexiones maravillosas. Alternando entre los recuerdos del pasado, el presente y el miedo al futuro, nos adentra en sus ataques de ansiedad, en su mente depresiva y en como esto afecta en su día a día. Y lo hace de una manera única.

No me atrevería a decir nada negativo. Rosemary me llenó de ternura, Eleonor de amor y así con todos los personajes. Y si, todos estos temas, toda una dura realidad con un fondo de humor donde te hará reír cada dos por tres. Porque dentro del pesimismo de la prota, consigue su objetivo de hacer feliz, al menos, a los que leemos su libro. En definitiva, un libro SOBRESALIENTE. 💫💫💫💫💫

🖊️Frases destacadas.

💫“Y entonces decidí que los rinocerontes eran criaturas mágicas. La única razón por la que no se consideran mágicas es porque son reales”.

💫“Me di cuenta de que cada momento existe en la perpetuidad, al margen de si lo recordamos o no. Lo que ha pasado, ha pasado; y siempre ocupará su espacio en el tiempo”

Efectivamente, ese título podría completarse con "pero hoy no", aunque no sea del todo cierto. Hoy morirá gente, eso seguro; lo único que esperamos es que no seamos nosotros mismos. Hasta cuando creemos que no tenemos ganas de vivir estamos luchando por nuestra supervivencia. Sin darnos cuenta, de manera inconsciente. Supongo que ese es un síntoma de querer estar vivo, a pesar de que tu felicidad ni esté ni se la espere.
No es fácil vivir pensando constantemente en la muerte, temiéndola, ansiándola. Somos seres contradictorios que ni para vivir ni para morir se ponen de acuerdo. Pero si entre pensamiento funesto (e idea absurda) tienes un instante en el que te angustia imaginar que algo malo le sucede a alguien que te rodea, entonces es que estás vivo. Mucho.
Quizá el sentido de nuestra existencia no es más que ese: saber que moriremos en algún momento y desear que no sea justo en el momento que estamos viviendo.

Así es. Otra reseña de «Vamos a morir todos». Pero qué le vamos a hacer si, a mi modo de ver, todo el entusiasmo alrededor de esta novela es más que merecido.

Gilda es la protagonista de esta interesante tragicomedia, una mujer joven lesbiana y atea que, por error, comienza a trabajar en una iglesia. Este punto de partida sirve a la autora para poner sobre la palestra todo tipo de temáticas respecto a la muerte, la vida y las creencias que a mí me llegaron muy dentro. 

La protagonista presenta un clarísimo cuadro de depresión rampante. Gilda se siente cada vez más aislada de su alrededor y no es capaz de conectar con casi ningún estímulo. Se encierra más y más en un mundo en el que la muerte acecha en cada esquina, al que ha venido a sufrir y, en última instancia, a morir. Pero es que, paralelamente a su personalidad pesimista y sardónica, vemos también a una Gilda sensible y empática. Una Gilda que es capaz de criticar al ser humano de la manera más cínica, pero que al mismo tiempo siente una tremenda piedad por ellos y por toda forma de vida. 

El mensaje de que todos necesitamos cariño y alguien que nos comprenda es el que cala hasta los huesos. 

Conforme avanza el relato, la autora desmiembra y expone las posibles causas de esta situación en Gilda. Y, a raíz de ellos, la autora abre unos melones enormes: el estigma que llevan consigo las enfermedades mentales, las adicciones, el chantaje emocional que suponen los discursos de autoayuda, la forma en la que se “heredan” problemas psicológicos de los progenitores, de la falta de recursos a nivel institucional para tratar a las personas con problemas… 

Y es que en el fondo «Vamos a morir todos» trata de romper círculos. de que es importante pedir ayuda cuando no estamos bien, dar un paso adelante y reconocer que una mano amiga nos ayuda a salir del charco de lodo. Es un canto a la vida y un reconocimiento respetuoso de que la muerte está ahí. Que no es nuestra enemiga. 

He devorado esta novela como si no hubiese un mañana. Tiene personajes carismáticos y maravillosos que he adorado, me he reído con escenas acidísimas y divertidas a la enésima potencia, se me han saltado las lágrimas, me ha transmitido esperanza. ¿Qué más puedo pedir?

Viajamos a Norteamérica para conocer a nuestra gran protagonista Gilda.

La trama comienza cuando Gilda pierde su empleo y comienza a trabajar en la iglesia de St. Rigobert. Algo que ella no buscaba ya que no cree en la religión y además su condición sexual no ayuda.

Por ello tendrá que fingir tener una vida que no es la suya para poder pagar la facturas. Toda esta tapadera le traerá muchos quebraderos de cabeza tanto con su familia como con su novia Eleanor.

Y a todo esto... ¿Qué pasó realmente con la mujer que ocupaba su puesto en la iglesia?

Un libro totalmente diferente a todo lo que he leído hasta ahora. Una protagonista que se plantea cuestiones sobre la vida y la muerte de forma natural y cómica y a la que es imposible no coger cariño.

Su vida podría ser la de cualquier persona. Sus anécdotas y su forma de enfrentarse a los problemas me han creado página tras página la necesidad de seguir leyendo.

Religión, familia, pareja, ansiedad, misterio... Una mezcla estupenda para desconectar y con un final redondo que me ha encantado.

Recomiendo mucho este libro que se ha convertido en uno de mis favoritos y que tiene varios mensajes muy importantes que por desgracia en el siglo en el que estamos no han calado del todo.

Vamos a morir todos.
Lo único cierto de la vida es que es fugaz.
Y nuestra futilidad.
Somos motas de polvo en un universo inmenso. ¿Por qué va a importarnos otra mota de polvo, que es ínfima y, además, efímera?
¿Por qué va a importarle a alguien la microscópica existencia que tenemos?
Y, si no te importo, ¿qué importa? ¿Qué importas? ¿Qué importo?
Si vivir sólo es eso: vivir, ¿cómo es posible que una vida tan pequeña pueda contener tanto dolor?
No lo sé. Sólo sé que esta novela empieza a narrarse con cierto tono de humor y que, cuando crees que sólo es eso, te rompe.
No hay un sentido de la vida, pero quizá no pueda vivirse sin pretender darle un sentido.

«Ayúdame a no estar tan triste y a encontrar consuelo en la paz que das a los que mueren»
 
La novela aborda el tema de la muerte algo que nos negamos a verbalizar, que estamos aquí de paso, todo tiene un carácter de caducidad, todo es biodegradable, nada es eterno. Gilda tiene algunas cosillas forzadas, pero me ha hecho pasar un buen rato, un personaje exagerado con ataques de pánico, alguien con un miedo visceral a la muerte trabajando en una iglesia católica, pero es un personaje mucho más complejo, no sabe decir que no, esa posición que parece neutra, como nos muestra Giuseppe, la afecta, porque pierde el control de ella misma. Es curioso, chocaré con la opinión de otros lectores, pero Gilda se me muestra como un ser carente de sentimientos, con miedo a la muerte pero pocas emociones. Tiene una apariencia distante y fría, realmente siente lástima por Rosemary, ¿piensa en algún momento que alargar la farsa es hacerla daño? En esto muestra una falta de empatía total. Es un personaje con mucho diálogo interior pero poca comunicación con el resto, muy rígida. No sabe decir las cosas, por eso desconcierta a sus padres y agota a su novia que no sabe lo que quiere, a Gilda la pondría la etiqueta de Alexitimia.
«Mi muerte y la muerte de cualquiera es inevitable». Me gusta el padre Jeff altamente impresionable y el resto de personajes que dan fuerza a Gilda.
Recomendable.  
 

Lo primero de todo dar las gracias a Babelio por haberme facilitado este ejemplar en una nueva masa crítica.

No conocía de nada este libro ni a esta autora, pero el título me hizo embarcarme en ella. La portada no me dejaba claro que iba a encontrar pero la sinopsis era tan llamativa que me adentré en él.

Gilda es la protagonista de esta historia y es un personaje como nunca había leído. Su cara es la portada del libro. Es un libro más profundo de lo que esperaba, que trata muchos temas que deberían de interesarnos a todos. Si algo define al personaje de Gilda es la ansiedad, la depresión y la empatía. Todas ellas unidas de la mano. Es brutal la manera en la que percibes a Gilda al principio y él como la vas entendiendo poco a poco y encontrándole sentido.

Hace que te plantees muchas cosas, como por ejemplo el tema del catolicismo, la salud mental, la depresión, el amor...

Gilda es hipocondríaca, por lo que va bastante al hospital pero siempre se la quitan de en medio sin ver el tema de la salud mental. Gilda es atea, pero se pone a trabajar por necesidad y por azar de secretaria en la iglesia de St. Rigobert, sustituyendo a la recién fallecida Grace. Gilda es lesbiana y está empezando una relación con Eleanor, sin embargo para aparentar en la iglesia empieza a salir con un hombre, Giuseppe. Gilda es empática por lo que cuida de los demás hasta el punto de hacerse pasar por otra persona para que Rosemary no sufra. Es un personaje tan complejo y completo que se podrían decir bastantes cosas de ella. de su relación con su familia, su trabajo, su novia, su casa, los hospitales...

A veces se me ha hecho un poco cuesta arriba leerlo por el pesimismo, pero merece la pena haber seguido hasta acabarlo. Es un libro fantástico. de lo mejor que he leído en bastante tiempo. Sin duda, lo recomiendo.

En este libro la autora se mete de lleno en la cabeza de nuestra protagonista, Gilda, una joven extravagante y encantadora, aunque muy deprimida y ansiosa. La autora, nos va a ofrecer una panorámica de lo que es sentirse así, Gilda se mete en tantos líos y situaciones extrañas que es imposible no reírse con la historia.

Gilda está obsesionada con la muerte, por la suya y por la de la gente que la rodea, obsesionada porque cree que su novia quiere robarle la identidad, preocupada por el sinsentido de la existencia… y mil cosas más que pasan por su cabeza en plan monólogo y que nos iremos enterando según leemos la historia.

Una novela peculiar a la vez que divertida, con momentos filosóficos, una historia que te hará reflexionar sobre un tema tan tabú en la sociedad de hoy en dia como son las enfermedades mentales.

Y si algo sorprende nada mas ver el libro es ese título, pero que tiene su explicación, y que entenderás perfectamente cuando acabes la historia.

Un libro recomendable para desconectar, y que aunque no tenga capítulos, se lee super bien, y te servirá para reírte y reflexionar sobre ciertas cosas.

Gilda es una joven veinteañera, lesbiana y atea, que empieza por casualidad a trabajar como secretaria en una iglesia católica, tras la muerte de la anterior secretaria. Tiene que disimular y mentir a todos, a la vez que intenta resolver un misterio, y lidia con ciertos problemas de salud mental y su obsesión por la muerte.

La verdad es que es un argumento difícil de resumir, ya que podría aplicarse a cualquier novela sobre una chica joven y su día a día en un mundo hostil. Pero en esta ocasión, es una historia realmente original y fresca. También trata temas importantes y bastante serios, lo que hace que no sea una novela ligera más.

Obviamente, lo primero que llamó mi atención fue la cubierta y ese título tan curioso, que no deja indiferente. El libro me enganchó enseguida pero, conforme avanzaba en la lectura, se me fue haciendo más y más interesante, hasta que no podía dejar de leer. Hay momentos hilarantes, y otros que dejan mal cuerpo.

Es la primera novela de la autora y me parece una forma brillante de comenzar su andadura literaria. Estoy segura de que nos seguirá regalando grandes historias y estoy deseando leer la siguiente.

En cuanto a este, os animo a que le deis una oportunidad aunque penséis que no va a ser vuestro estilo de lectura. Creo que es un libro que sorprende bastante.
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En «Vamos a morir todos» asistimos al monólogo interno de Gilda, una chica atea y lesbiana que sufre continuos ataques de ansiedad y es de lo más aprensiva. Gilda está obsesionada con la muerte y esto supone una gran carga tanto emocional como mental para ella. Cada vez que le ocurre lo más mínimo termina en urgencias porque piensa que ya le ha llegado la hora y son tantas las veces que va, que el personal del hospital ya la tiene fichada.

¿Saben esos momentos en los que están leyendo y de repente se dan cuenta de que están sonriendo? Pues eso fue lo que me pasó con este libro. Hablar sobre la muerte siempre es complicado y creo que por eso mismo es un tema tan recurrente para bromear sobre ello. Pero, aunque la autora trata este tema con humor, no lo banaliza. Creo que no existe herramienta de supervivencia más eficaz que el humor y en este caso Gilda lo utiliza para no hundirse y sobrellevar el peso de la vida.

Presenciamos escenas de lo más hilarantes. Como, por ejemplo, la forma tan surrealista en la que termina trabajando en una iglesia (recordemos que es atea y lesbiana) o cómo se ve involucrada en varias citas con un coach motivacional que cree en la ley de la atracción. Este tipo de situaciones y los personajes secundarios le aportan agilidad a la historia y funcionan como vía de escape de los pensamientos de Gilda.

Una cosa que me ha gustado mucho es que entre estas dosis de humor hay varias reflexiones sobre la salud mental muy bien entretejidas. Gilda no está bien. Sufre múltiples episodios de ansiedad, a veces incluso piensa en el suicidio, y no recibe ninguna clase de apoyo. Esto es algo que podemos ver claramente en la figura de sus padres, que tienen muy estigmatizadas las enfermedades mentales y las asocian con la locura. El padre de Gilda a veces suelta cada comentario delante de su hija que instintivamente piensas «madre mía, tremendo cuñado». Y esto solo es una prueba más de lo nociva que es la ignorancia. Sus padres prefieren hacer como si no pasara nada antes que asimilar que sus hijos tienen algún problema y tenderles la mano.

En general, este libro me ha encantado. El personaje de Gilda es lo más ingenioso y divertido que he leído en mucho tiempo. A pesar de todos los problemas que arrastra, es una chica supertierna y solo quiere lo mejor para todo el mundo. En muchos momentos solo quería achucharla y decirle que no se preocupara, que todo iba a salir bien y que ella podía con todo.

«Vamos a morir todos» es un libro divertido, pero también crudo, realista, en ciertos momentos deprimente y una buena representación de lo que se siente al luchar por tu propia salud mental.