Vamos a morir todos

En «Vamos a morir todos» asistimos al monólogo interno de Gilda, una chica atea y lesbiana que sufre continuos ataques de ansiedad y es de lo más aprensiva. Gilda está obsesionada con la muerte y esto supone una gran carga tanto emocional como mental para ella. Cada vez que le ocurre lo más mínimo termina en urgencias porque piensa que ya le ha llegado la hora y son tantas las veces que va, que el personal del hospital ya la tiene fichada.

¿Saben esos momentos en los que están leyendo y de repente se dan cuenta de que están sonriendo? Pues eso fue lo que me pasó con este libro. Hablar sobre la muerte siempre es complicado y creo que por eso mismo es un tema tan recurrente para bromear sobre ello. Pero, aunque la autora trata este tema con humor, no lo banaliza. Creo que no existe herramienta de supervivencia más eficaz que el humor y en este caso Gilda lo utiliza para no hundirse y sobrellevar el peso de la vida.

Presenciamos escenas de lo más hilarantes. Como, por ejemplo, la forma tan surrealista en la que termina trabajando en una iglesia (recordemos que es atea y lesbiana) o cómo se ve involucrada en varias citas con un coach motivacional que cree en la ley de la atracción. Este tipo de situaciones y los personajes secundarios le aportan agilidad a la historia y funcionan como vía de escape de los pensamientos de Gilda.

Una cosa que me ha gustado mucho es que entre estas dosis de humor hay varias reflexiones sobre la salud mental muy bien entretejidas. Gilda no está bien. Sufre múltiples episodios de ansiedad, a veces incluso piensa en el suicidio, y no recibe ninguna clase de apoyo. Esto es algo que podemos ver claramente en la figura de sus padres, que tienen muy estigmatizadas las enfermedades mentales y las asocian con la locura. El padre de Gilda a veces suelta cada comentario delante de su hija que instintivamente piensas «madre mía, tremendo cuñado». Y esto solo es una prueba más de lo nociva que es la ignorancia. Sus padres prefieren hacer como si no pasara nada antes que asimilar que sus hijos tienen algún problema y tenderles la mano.

En general, este libro me ha encantado. El personaje de Gilda es lo más ingenioso y divertido que he leído en mucho tiempo. A pesar de todos los problemas que arrastra, es una chica supertierna y solo quiere lo mejor para todo el mundo. En muchos momentos solo quería achucharla y decirle que no se preocupara, que todo iba a salir bien y que ella podía con todo.

«Vamos a morir todos» es un libro divertido, pero también crudo, realista, en ciertos momentos deprimente y una buena representación de lo que se siente al luchar por tu propia salud mental.