-Pues yo un día me encontré con un lobo: él que se planta ahí y yo que no me muevo. Nos miramos el uno al otro. Y él que da un bote hacia un lado. Y echa a correr. Hasta el gorro se me levantó del miedo.
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-Pues yo un día me encontré con un lobo: él que se planta ahí y yo que no me muevo. Nos miramos el uno al otro. Y él que da un bote hacia un lado. Y echa a correr. Hasta el gorro se me levantó del miedo.
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Al principio había muchos gatos, luego desaparecieron todos Dios sabe dónde. Se exterminaron. La muerte no perdona. La tierra da cobijo a todos.
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-Eres joven. ¿Cómo se te ocurre? ¡Si esto ya no es un hombre, es un reactor nuclear!
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-Te prometí que te enseñaría Moscú. Igual que te prometí que todos los días de fiesta te regalaría flores... Miro hacia él y veo que saca de debajo de la almohada tres claveles. Le había dado dinero a la enfermera y ella había comprado las flores. Me acerqué a él y lo besé. |
Tengo hijas e hijos. Todos están en la ciudad ¡Pero yo no me voy de aquí! Dios no me ha librado de daños, pero me ha dado años. Yo sé qué carga es una persona vieja; los hijos te aguantan, te aguantan y, al final, acaban por herirte. Los hijos te dan alegrías mientras son chicos.
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No debe usted olvidar que lo que tiene delante ya no es un marido, un ser querido, sino un elemento radioactivo con un gran poder de contaminación.
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“Veías a una mujer joven sentada en un banco junto a su casa, dándole el pecho a su hijo. Comprobamos la leche del pecho: es radioactiva”.
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“De pronto empecé a dudar, ¿qué es mejor, recordar u olvidar? Pregunté a los amigos. Unos lo han olvidado, otros no quieren recordar, porque nosotros no podemos cambiar nada, ni siquiera podemos marcharnos de aquí. Ni siquiera eso”.
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“Hace tiempo que me he descubierto enseñándome a ser más atenta con el mundo que me rodea. Con mi entorno y conmigo misma. Después de Chernóbil, esto te sale por ti mismo”.
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“No perdimos una ciudad, sino toda una vida”.
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Son considerados los padres de la filosofía occidental: