No es extraño que nos cueste tanto perdonar, perdonar de verdad, cuando nos es tan difícil nombrar lo que realmente duele
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No es extraño que nos cueste tanto perdonar, perdonar de verdad, cuando nos es tan difícil nombrar lo que realmente duele
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- Sigue sorprendiéndome hasta qué punto nos es difícil perdonar a quienes más queremos, cuando en realidad tendría que ser al revés.
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Nuestras certezas nunca son inamovibles. Un día uno quisiera morirse, y al día siguiente se da cuenta de que bastaba con bajar un par de escalones para encontrar el interruptor y ver las cosas más claras.
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R no ha vuelto a dormir en el suelo. A veces, cuando corre en sueños, noto su pata sobre las costillas, empujando. Otras, el calor húmedo de su hocico en el cuello. Y hay noches en que soy yo el que lo abraza por detrás, buscando ese olor a cachorro que conserva todavía y en el que yo encuentro una pequeña casa donde todo está bien.
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Max era el silencio y la mirada. Tenía una cabeza enorme en la que solo parecía haber espacio para mí, y eso, en aquellos años en los que mi relación con lo humano se limitaba principalmente al trabajo, al grupo de conocidos con los que jugaba al pádel y a la familia, hizo de él un pequeño faro que a mí me daba la dosis de luz diaria sobre lo cotidiano y lo fiable.
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Cuanto más queremos, más cuesta perdonar, porque el miedo al dolor repetido es también mayor y porque cuando alguien muy querido nos falla, la vida se derrumba entera, el niño que hay dentro se queda desnudo y todo duele más.
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Un miembro de la familia es la pieza de un rompecabezas. Si falta, se le echa de menos. Pero si no hay añoranza, es que era solo parte, no miembro.
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Porque la vida no es lo que controlamos ni lo que limpiamos para que brille. La vida es lo que mancha.
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Siempre los años entre nosotros, siempre los años. Siempre el amor. Siempre las horas. |
Hijo. Nadie dice como lo dice mamá, porque nadie apunta ni golpea así, con el aire comprimido que une las cuatro letras. A pesar de las luces y de las sombras que nos separan, de las cuentas pendientes y de los rincones más ventilados, a pesar de todos los tropiezos, las torpezas, las teclas desafinadas y las piezas perdidas del rompecabezas que somos juntos y también por separado, mamá sigue siendo esa porción de vida que tengo asegurada, la quiera o no la quiera, la nombre o no, la asuma o no. Mamá es y luego está, y aunque deje de estar sigue siendo, y eso ocurre tan poco, aparece tan poco en la vida, que, por mucho que me empeñe, siempre termino aceptando su amarre porque con ella hago pie.
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"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo" ¿El personaje de qué libro está hablando?