Los Miserables de Victor Hugo
Si la balanza debe inclinarse que sea al lado del pueblo. Hace más tiempo que sufre.
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Los Miserables de Victor Hugo
Si la balanza debe inclinarse que sea al lado del pueblo. Hace más tiempo que sufre.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Pues, aunque no se crea en nada, hay momentos en la vida en que uno siempre se acoge a la religión del templo que más a mano se tiene.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Ahora estaba fuera de la sociedad, fuera de la vida, pero presentía vagamente que quizás no iba a ser imposible el volver a engranarse en ella. De momento era como una muerta que tuviera en reserva una llave de su tumba.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Sí; era feliz o, al memos, creía serlo. Era puro y mi alma estaba llena de una claridad transparente. No había nadie más orgulloso y radiante que yo.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Nada hay más banal que la charla de dos enamorados; se limita a una repetición continua de amor; frase musical bastante torpe a insípida para quienes la escuchan indiferentes si no va adornada con alguna floritura.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
¡Un libro se hace tan pronto cuesta tan poco y puede llegar tan lejos! ¡Cómo sorprenderse de que el pensamiento se deslice por esa pendiente! No quiere esto decir que la arquitectura no produzca aún aquí o allá un bello monumento, una obra maestra aislada.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
(…) el pilar, que es una letra, el arco, que es una sílaba, la pirámide, que es una palabra, puestos todos a la vez en movimiento por una ley geométrica y por una ley poética, se agrupaban, se combinaban, se amalgamaban, bajaban, subían, se yuxtaponían sobre el suelo, se escalonaban en el cielo hasta escribir, al dictado de la idea general de una época, aquellos libros maravillosos que eran los maravillosos edificios (…)
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
–¡Cómo comprender –prosiguió don Claude– que cada rayo de estrella sea como un hilo que sujete la cabeza de un hombre!
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
El campanario del crucero, las dos torres eran para él como tres enormes jaulas, cuyos pájaros, criados por él, sólo para él cantaban. Sin embargo, eran las que le habían vuelto sordo, pero las madres quieren con frecuencia más a aquel hijo que más les hace sufrir.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
La catedral era para él no solamente su compañía sino su mundo, el universo entero, la naturaleza toda. No soñaba con más árboles que las vidrieras siempre en flor, ni con más sombra que la de los follajes de piedra que surgían llenos de pájaros en la enramada de los capiteles sajones, ni con más montañas que las colosales torres de la iglesia, ni con más océanos que el de París susurrando a sus pies.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
(…) subid a cualquier punto elevado de donde podáis dominar la capital entera y asistid al despertar de todos los carillones y ved, a una señal venida del cielo –pues es el sol quien la da– cómo sus mil iglesias se estremecen al tiempo; primero son tintineos aislados que van de una iglesia a otra, como cuando los músicos advierten que se va a comenzar y después, de pronto, contemplad, pues parece que en algunos momentos los oídos tengan ojos también, contemplad cómo se eleva al mismo tiempo de cada campanario algo así como una columna de ruido o como una humareda de armonía. Primero la vibración de cada columna sube recta, pura y, por así decirlo, aislada de las demás, hacia el cielo esplendoroso de la mañana y después, poco a poco, se funden acrecentándose, mezclándose y borrándose unas en otras; se amalgaman en un magnífico concierto. Ya es únicamente una masa de vibraciones sonoras, desprendida sin cesar de los innumerables campanarios, que va flotando, que se ondula, que salta y que gira sobre la ciudad conduciendo hasta más allá del horizonte el círculo ensordecedor de sus oscilaciones. + Leer más |
Nuestra Señora de París de Victor Hugo
La mirada se perdía durante mucho tiempo en la profundidad de aquel laberinto, en donde todo tenía su originalidad, su razón, su genio, su gracia, su belleza; en donde todo tenía contactos con el arte, desde la más pequeña casita encalada y esculpida con vigas exteriores, puerta rebajada y pisos salientes, hasta el Louvre real que tenía por entonces toda una hilera de torres.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Debemos repetir otra vez que estas construcciones híbridas son muy interesantes tanto para el artista como para el historiador o para el amante del arte. Hacen sentir hasta qué punto la arquitectura es algo primitivo, al demostrar, (…) que las más grandes construcciones arquitectónicas no son tanto productos individuales como auténticas obras sociales; que son más bien la creación del pueblo con su trabajo que el genio de un solo hombre; el sedimento que deja un país, la acumulación que van formando los siglos, el poso de las evaporaciones sucesivas de la sociedad humana; en una palabra: especies en formación. Cada oleada en el tiempo deposita su aluvión, cada raza superpone una capa en el monumento, cada individuo aporta su grano de arena. Así lo hacen los castores, así las abejas y así lo hace el hombre. Babel, el gran símbolo de la arquitectura, es una gran colmena.
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Los Miserables de Victor Hugo
Lo que acababa de ver no era la mirada ingenua y sencilla de una niña, era un abismo misterioso que se había entreabierto, y que luego se había cerrado bruscamente.
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Nuestra Señora de Paris (Tomo I) de Victor Hugo
- ¿Sabéis que es la amistad? - preguntó. - Sí - respondió la egipcia -. Es ser hermano y hermana, dos almas que se tocan sin confundirse, como los dedos de una mano. - ¿Y el amor? - prosiguió Gringoire. - ¡Ah, el amor! - dijo ella, con voz trémula y ojos brillantes -. Es ser dos y no ser más que uno. Un hombre y una mujer que se funden en un ángel. Es el cielo. |
Los Miserables de Victor Hugo
Se había planteado de la siguiente forma la cuestión de su vida: trabajar lo menos posible en el trabajo material para trabajar lo más posible en el trabajo impalpable; dicho de otro modo, dedicarle unas cuantas horas a la vida real y entregarle el resto al infinito.
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Los Miserables de Victor Hugo
Está resignada, con esa resignación que se parece a la indiferencia como la muerte se parece al sueño
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¿Quién escribió la saga?