Nuestra Señora de París de Victor Hugo
La mirada se perdía durante mucho tiempo en la profundidad de aquel laberinto, en donde todo tenía su originalidad, su razón, su genio, su gracia, su belleza; en donde todo tenía contactos con el arte, desde la más pequeña casita encalada y esculpida con vigas exteriores, puerta rebajada y pisos salientes, hasta el Louvre real que tenía por entonces toda una hilera de torres.
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