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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
El exceso de dolor como el exceso de alegría es algo violento que dura poco. El corazón humano no puede permanecer demasiado tiempo en ninguno de esos extremos.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
La arquitectura ha sido hasta el siglo XV el registro principal de la humanidad; en ese intervalo no ha aparecido en todo el mundo el más mínimo pensamiento, por complicado que haya sido, que no se haya hecho piedra en un edificio; toda idea popular, como toda ley religiosa, ha tenido sus monumentos; en fin, que no ha existido pensamiento importante que no haya sido escrito en piedra. ¿Y por qué? Porque cualquier pensamiento, religioso o filosófico tiene interés en perpetuarse, porque cualquier idea que haya sido capaz de conmover a una generación, quiere arrastrar otras ideas y dejar su huella.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Era, digámoslo de paso, un destino singular para la iglesia de Nuestra Señora en aquella época, el ser amada de tal manera con intensidad y finalidad diferentes, pero con tanta devoción, por aquellos dos seres tan dispares como Quasimodo y Claude. Amada por uno de ellos –aquella especie de semihombre instintivo y salvaje– a causa de su belleza, por su grandiosidad, por la armonía que se desprende del magnífico conjunto y por el segundo –imaginativo, culto y apasionado– a causa de su significado, por su mito, por el sentido que encierra, por el simbolismo que se desprende de las esculturas de su fachada, como un texto sobre el que se ha escrito otro en un palimpsesto; en una palabra: por el enigma que propone eternamente a la inteligencia humana.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
–¿Conocéis lo que es la amistad? –le preguntó. –Sí –respondió la gitana–. Sí; es como ser hermano y hermana; como dos almas que se tocan sin confundirse; como los dedos de una mano. –¿Y el amor? –inquirió Gringoire. –¡El amor! –dijo con una voz trémula y con ojos brillantes–: Es como ser dos en uno; como un hombre y una mujer confundidos en un ángel; es como el cielo. |
Los Miserables de Victor Hugo
Humanidad equivale a Identidad. Todos los hombres son de la misma arcilla. No hay diferencia alguna, al menos aquí abajo, en la predestinación. La misma sombra antes; la misma carne durante, la misma ceniza después. Pero la ignorancia, si se amasa mezclada con esa arcilla humana, la vuelve negra. Esa negrura incurable se mete dentro del hombre y se convierte en el Mal.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
La clemencia es la más hermosa de las virtudes reales, que rompe las corrientes de la cólera.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Es que el amor es como un árbol, un árbol que crece por sí mismo, que echa profundamente sus raíces por todo nuestro ser y con frecuencia sigue aún reverdeciendo incluso en un corazón destrozado. Y lo que es más inexplicable es que, cuanto más ciega es la pasión, con más tenacidad se mantiene. Nunca es más sólida que cuando no tiene en qué apoyarse. |
Nuestra Señora de París de Victor Hugo
–¡Pardiez! ¿Qué libros son los vuestros? –Aquí tenéis uno –dijo el archidiácono. Y abriendo la ventana de la celda, señaló con el dedo la inmensa iglesia de Nuestra Señora, que perfilando contra el cielo estrellado la negra silueta de sus dos torres, de sus costillas de piedra y de su monstruosa grupa, parecía una enorme esfinge de dos cabezas sentada en medio de la ciudad. El archidiácono contempló silencioso durante unos momentos el gigantesco edificio, y extendiendo con un suspiro su mano derecha en dirección del libro impreso, abierto encima de la mesa, y su mano izquierda hacia Nuestra Señora, y paseando con pena la mirada del libro a la iglesia, dijo: –¡Ay! Esto matará a aquello. |
Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Al orgullo va siempre pisándole los talones la ruina y la vergüenza.
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Los Miserables de Victor Hugo
Aquel niño no se sentía nunca en ninguna parte más a gusto que en la calle. Le resultaban menos duros los adoquines que el corazón de su madre
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Los Miserables de Victor Hugo
La dicha suprema de la vida es la convicción de que somos amados, amados por nosotros mismos; mejor dicho amados a pesar de nosotros
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Aunque me arrancase del pecho, no palabras sino el corazón y las entrañas, para deciros que os amo, ¿todo sería inútil?
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Pero yo os amo. Os aseguro que es bien cierto. ¿Acaso no se manifiesta externamente nada de ese fuego que me abrasa el corazón? ¡Ay! Estar así noche y día; sí; noche y día, ¿no merece acaso un poco de compasión?
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
(…) No era capaz de entender que un ser tan torpemente esbozado pudiera existir en realidad. Sin embargo había en él, repartidas, tanta tristeza y tanta dulzura que empezó a acostumbrarse a aquella fealdad.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
También de sus ojos tristes se escapaba una mirada, una mirada inefable, una mirada profunda, lúgubre, imperturbable, fija en uno de los ángulos de la celda que no podía verse desde fuera; una mirada que parecía unir todos los pensamientos sombríos de aquel alma desesperada a no sé qué objeto misterioso.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
No sé qué hacedor de estadísticas ha calculado que colocando uno sobre otro todos los volúmenes salidos de la imprenta, desde Gutenberg, se llenaría el espacio existente entre la tierra y la luna.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
Así, pues, como no se disponía de otro camino que el de la construcción para expresarse,salir a la luz pública, todo el pensamiento se concentraba en ella y de ahí la inmensa cantidad de catedrales que han cubierto Europa en número tan prodigioso que, aun habiéndolo comprobado, apenas si se le puede dar crédito. Todas las fuerzas materiales y espirituales de la sociedad convergían en el mismo punto: la arquitectura.
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Nuestra Señora de París de Victor Hugo
(…) Era el presentimiento de que el pensamiento humano, al cambiar de forma, cambiaría también en la expresión, que las ideas capitales de cada generación no iban a tratarse ya del mismo modo ni a escribirse de la misma manera; que el libro de piedra, tan duro y perdurable, iba a ceder la plaza al libro de papel, más sólido y más perdurable aún. Bajo este aspecto la vaga fórmula del archidiácono encerraba un segundo sentido: significaba que un arte iba a destronar a otro arte. Quería decir: la imprenta matará a la arquitectura.
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Gregorio Samsa es un ...