El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el infierno. Y ahí te encontré. Por mi, puedes quedarte eternamente.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
Me rogaste que te siguiera. Que te buscara en el infierno. Y ahí te encontré. Por mi, puedes quedarte eternamente.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
Los dos tenemos cicatrices, Julianne. Pero las mías no están a la vista.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
—No te merezco —susurró él. —Tal vez. Tal vez no nos merezcamos el uno al otro. Pero puedo elegir a quien quiero amar. Y te he elegido a ti. |
El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
—Mi nombre es una enorme ironía. Estoy más cerca de ser un demonio que un ángel y no puedo esperar redención, porque he hecho cosas imperdonables.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
—No soy tan inocente como lo era cuando tú y yo nos conocimos, lo que significa que tienes una visión falsa e idealizada de mí.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
El ángel de ojos castaños estaba llorando por el demonio. El ángel lloraba porque le dolía que alguien le hiciera daño a él.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
Estar sin ti es como vivir una eterna noche sin estrellas.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
- Mañana seré expulsado del Paraíso, Beatriz. Nuestra única esperanza es que tú me encuentres. Búscame en el Infierno.
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La redención de Gabriel de Sylvain Reynard
A veces hay que dejar que se delaten con su propia bajeza.
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El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
El silencio puede ser más fuerte que el mal. Y me gusta pensar que, si no digo nada, la gente oirá el odio que sale de su boca con sus propios oídos, sin nada que los distraiga. Tal vez la bondad sea suficiente para mostrar el mal como lo que es, sin necesidad de reprimirlo con más mal.
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El éxtasis de Gabriel de Sylvain Reynard
Ella dio un paso adelante, insegura, pero la sensación de no llevar ropa interior le resultó agradable y liberadora. —Podría beberte como si fueras champán —susurró Gabriel. Ella se puso de puntillas para besarle la mejilla. —A ver si me enseñas tus trucos de seducción. —Sólo si tú me enseñas a amar. |
El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
—Mi familia es como una novela de Dickens, Julia. No, peor. Somos una mezcla retorcida de Arthur Miller y de John Steinbeck, con una pizca de Dostoievski y de Tolstoi para darle sabor. —¿Tan grave es la cosa? —Sí. Me temo que hay también elementos de Thomas Hardy acechando bajo la superficie. Y sabes que odio a ese cabrón manipulador. |
El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
VE CLARAMENTE TODA SALUD quien a mi dama entre las damas mira; las que con ella van se ven obligadas de agradecer a Dios tan bella gracia. Y su belleza es de tanta virtud, que a las demás ninguna envidia alcanza, y así con ella las hace andar vestidas de gentileza, amor y fe. Verla vuelve a toda cosa humilde, y no solo ella se hace ver agradable sino que cada una por ella recibe honor. Y hay en sus actos tanta gentileza que nadie puede traerla a la memoria sin suspirar de dulzura y de amor. |
El infierno de Gabriel de Sylvain Reynard
TAN GENTIL Y TAN HONESTA LUCE mi dama cuando a alguien saluda, que toda lengua temblando enmudece, y no se atreven los ojos a mirarla. Ella pasa, sintiéndose alabada, benignamente de humildad vestida; pareciera ser algo venido del cielo a la tierra a mostrar un milagro. Se muestra tan agradable a quien la mira, que por los ojos procura al corazón gran dulzura, incomprensible para quien no la experimenta. Y parece que de sus labios surgiera un espíritu suave de amor pleno que al alma va diciendo: ¡Suspira! |
¿En qué año se publicó?