La puerta de Manel Loureiro
Vacilé un segundo antes de asomarme al dintel, pero sin atreverme a cruzar aquella puerta todavía. Mis pies parecían haberse fundido con la moqueta, incapaces de dar otro paso. El marco estaba frío e hinchado por incontables décadas de humedad y lluvías y tenía un tacto desagradable.
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