Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
En este mundo se debe esperar lo mejor, prepararse para lo peor y tomar lo que Dios envía.
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Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
En este mundo se debe esperar lo mejor, prepararse para lo peor y tomar lo que Dios envía.
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Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
-Ana, creo que que dices tonterías. -Desde luego que sí, querido. ¿No sabes que sólo los tontos hablan todo el tiempo en serio? |
Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
Debemos lamentar nuestros errores y aprender de ellos, pero nunca llevarlos con nosotros hacia el futuro.
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
En este mundo pagamos un precio por todo lo que conseguimos.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
La confianza es como un jardín, necesita cuidado y atención para florecer.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
El conocimiento es poder, pero la comprensión es sabiduría.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
El valor no está en la fuerza física, sino en el coraje para enfrentar los desafíos.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
No hay victoria más grande que superar tus propios miedos.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
El amor verdadero es aquel que acepta y valora a alguien tal y como es.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
La verdadera amistad es el regalo más preciado que uno puede tener.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
El mundo es un lugar hermoso, solo tienes que abrir los ojos para verlo.
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Anne of Green Gables de Lucy Maud Montgomery
La imaginación es una bendición cuando sabes cómo utilizarla.
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Ana de Avonlea de Lucy Maud Montgomery
No sabes cuánto significó tu amistad para mí. Quiero agradecerte en este momento todo el cariño sincero que me has dado siempre.
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Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
Ana se quedó mucho rato esa noche sentada en su ventana, acompañada por una alegre satisfacción. El viento ronroneaba en las ramas de cerezo y traía ráfagas de menta. Las estrellas parpadeaban sobre las siluetas afiladas de los abetos en la vaguada, y la luz de Diana brillaba como siempre en el claro.
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Ana de las tejas verdes. La llegada de Lucy Maud Montgomery
nos resistimos a la idea de que algo pueda alegrarnos cuando alguien a quien amamos ya no está para disfrutar con nosotros,y sentimos como si fuéramos infieles a nuestra pena cuando vemos que vuelve a nosotros el interés por la vida.
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Anne, en el valle del arco iris de Lucy Maud Montgomery
Era un claro atardecer de mayo, color verde manzana, y Four Winds Harbour reflejaba las nubes del ocaso dorado entre sus costas suavemente oscuras. El mar gemía lúgubre en el banco de arena, triste incluso en primavera, pero un viento astuto y jovial venía silbando por el camino rojo del puerto, por donde la figura confortable y matriarcal de la señorita Cornelia se encaminaba hacia el pueblo de Glen St. Mary. La señorita Cornelia era, para hablar con justicia, la señora Elliott, y hacía ya trece años que estaba casada con Marshall Elliott, pero todavía eran más los que se referían a ella como a la señorita Cornelia que como a la señora Elliott. El anterior era un nombre querido para sus viejos amigos; sólo uno de ellos dejó de usarlo, desdeñosamente. Susan Baker, la oscura, severa y leal doméstica de la familia Blythe, los de Ingleside, jamás perdía la ocasión de llamarla «señora de Marshall Elliott» con el más punzante y asesino de los énfasis, como diciendo: «Querías ser señora y señora serás con todo, en lo que a mí respecta».
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Ana de las tejas verdes. La llegada de Lucy Maud Montgomery
¿No te parece maravilloso pensar que mañana será un nuevo día en el que todavía no he cometido ningún error?
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Ana, la de Ingleside de Lucy Maud Montgomery
Todos estaban creciendo tan rápido. Unos pocos años más y todos serían hombres y mujeres, jóvenes, expectantes, estrellas con sus sueños dulces y salvajes, pequeños barcos partiendo de puertos seguros hacia destinos desconocidos. Los muchachos se irían a buscar el trabajo de su vida y las niñas, ah, entre la niebla podían vislumbrarse las formas de hermosas novias que bajaban las viejas escaleras de Ingleside. Pero todavía seguirían siendo suyos durante unos años más… Suyos para que los amara y los guiara, para cantarles las canciones que tantas madres habían cantado. Suyos… y de Gilbert. Salió y atravesó el pasillo hasta la ventana del mirador. Todas sus sospechas, sus celos y su resentimiento se habían desvanecido donde se desvanecen las lunas viejas. Se sentía confiada, alegre y ligera. —¡Blythe! Me siento Blythe |
¿Con qué frase empieza esta novela?