Ana de Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery
Ana se quedó mucho rato esa noche sentada en su ventana, acompañada por una alegre satisfacción. El viento ronroneaba en las ramas de cerezo y traía ráfagas de menta. Las estrellas parpadeaban sobre las siluetas afiladas de los abetos en la vaguada, y la luz de Diana brillaba como siempre en el claro.
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