Ana, la de Ingleside de Lucy Maud Montgomery
Todos estaban creciendo tan rápido. Unos pocos años más y todos serían hombres y mujeres, jóvenes, expectantes, estrellas con sus sueños dulces y salvajes, pequeños barcos partiendo de puertos seguros hacia destinos desconocidos. Los muchachos se irían a buscar el trabajo de su vida y las niñas, ah, entre la niebla podían vislumbrarse las formas de hermosas novias que bajaban las viejas escaleras de Ingleside. Pero todavía seguirían siendo suyos durante unos años más… Suyos para que los amara y los guiara, para cantarles las canciones que tantas madres habían cantado. Suyos… y de Gilbert. Salió y atravesó el pasillo hasta la ventana del mirador. Todas sus sospechas, sus celos y su resentimiento se habían desvanecido donde se desvanecen las lunas viejas. Se sentía confiada, alegre y ligera. —¡Blythe! Me siento Blythe |