Esta historia representa una denuncia al orden establecido y refleja perfectamente la violencia simbólica de la que hablaba Bordieu, ese sistema de comportamientos, esquemas de relación, rituales y normas que configuran una serie de privilegios e injusticias que se perpetúan de forma sencilla y sutil, dejando una huella aparentemente invisible que no es, ni mucho menos, inocua. Así pues, el componente social ha sido el elemento más atractivo e interesante para mi: precariedad, clasismo, abandono, violencia,… La sutileza en la descripción de actos, gestos, verbalizaciones… es para mi el gran instrumento narrativo de la novela, una contención en el relato que contribuye notablemente a la comprensión de que nuestra conducta es producto de una exposición permanente pero, al mismo tiempo, dosificada en pequeñas pero potentes píldoras informativas que acaban configurando un modo de ser, de pensar, de sentir y de actuar que no puede explicarse solo por rasgos de personalidad, tendencias de carácter o rasgos psicopáticos. La forma de manejar la narración, con una cuidada cronología y estructuración del relato y de los narradores, ha proporcionado a mi proceso de lectura un espacio generoso en el que pensar, imaginar y elucubrar, que es algo que me agradezco mucho como lectora. En una historia que empieza por el final, resulta muy meritorio lograr que el lector elabore preguntas, formule hipótesis y desee comprender, sobre todo, mejor al personaje principal. Mi teoría, que creo que no os revela nada importante, es que cada comienzo puede ser una forma de volver a nacer y dar un sentido distinto a la propia vida. + Leer más |