El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Existen quienes nos hacen tocar el cielo, pero también nos llevan al borde del abismo, y un día, atraídos por el vacío, no tenemos más opción que arrojarnos...
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Existen quienes nos hacen tocar el cielo, pero también nos llevan al borde del abismo, y un día, atraídos por el vacío, no tenemos más opción que arrojarnos...
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Sé que todo beso es siempre el primer beso y aunque unos labios me hayan besado mil veces, cada beso es único y por lo tanto distinto al anterior, por eso no es fácil saber si son los mismos labios los que me besan o son otros. Tengo la sensación de que cada vez que mis labios son tocados por otros labios, el contacto no se repetirá de nuevo o al menos no de la misma forma y los labios de Andrev Vladivostok me han besado durante siglos y un olor a bosque húmedo le sale del cuerpo.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Respiro al sentir que la vida se puede ir en cualquier instante y no quiero detenerme, intuyo que caminar -como escribir- me salva no solo de la rutina de vivir, sino de la muerte -supongo que mientras camine o escriba no podrá detenerme o al menos no le será fácil-.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Creo que también los muertos vuelven de sus tumbas, no importa que lo hagan en el mismo o en otro cuerpo: Virginia Woolf escribe de nuevo sentada frente a su mesa de trabajo y pueden pasar siglos, miles de años y nunca termina de escribir. Sylvia Plath lo hace de nuevo, lo repite un año cada diez: , quiere creer -al igual que Lady Lazarus- que en su destino está escrito el regreso. ¡Bah! ¡Qué poca cosa es la muerte! voy a dormirme y asunto concluido, piensa Emma Bovary, antes de que el arsénico comience a devorarle las entrañas, sin intuir que padecerá por siglos sus estertores de moribunda. Anna Karenina se arroja una y otra vez bajo las ruedas del tren; y, entre todas ellas, la suicida más bella, la más glamorosa: mi madre. ¿Cómo olvidarla?
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Concha Urquiza -cansada de la simplicidad terrena- nada mar adentro y se deja llevar por las olas. Sylvia Plath -enferma de celos y de amor- cierra la puerta del cuarto de sus hijos, les deja servido el desayuno y en un afán de reconciliación con la vida -antes de abrir la llave del gas y aspirarlo a través del horno de la estufa- escribe su último poema. Anne Sexton, después de haber experimentado todas la terapias habidas y por haber, se suicida una tarde del mes de octubre, cuando las mariposas ya se han ido de su jardín.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Pienso en personajes como Virginia Woolf, en el momento exacto en que por primera vez en meses o posiblemente años, con la pluma todavía en las manos, después de llenar con su letra diminuta las hojas en blanco de decenas de cuadernos, sale de su encierro voluntario: camina río arriba, río abajo y el viento frío le paraliza los huesos; siente el vacío en las bolsas de su abrigo, lo llena con piedras y se sumerge en el agua; mientras los aviones de guerra arrojan bombas, hacen piruetas en el aire y ella se pregunta, ¿qué sentido tiene vivir cercenada por la angustia? Y sin esperar respuesta se sumerge en lo más profundo del río y se deja arrastrar por la corriente.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Después de todo, un muerto, desde el momento en que ha dejado de estremecerse y palpitar en nuestros brazos, no significa demasiado: morir es esfumarse, desaparecer, dejar de ser cuerpo y pasar a ser ausencia; espectro, sombra o como mejor queramos llamarle.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Desde luego para escribir se requiere no sólo la cabeza y la imaginación sino el cuerpo entero. Todo es necesario en el momento de la escritura y un escritor que no sea capaz de conjuntar el cerebro y los sentidos en su tarea sólo tendrá resultados mediocres en lo que escriba y sus textos estarán destinados al simple entretenimiento del lector.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Quien diga que los fantasmas pueden verse, está en lo cierto. Cada uno de nosotros es el fantasma de otro fantasma. Habitamos una casa ya habitada y somos el disfraz de nosotros mismos. Narciso se fascina con su imagen y al darse cuenta de que su doble está detrás del espejo de agua, se sumerge cada vez más hondo sin posibilidades de volver a la superficie. Escribo y no soy yo la que escribe. Una voz que se confunde con la mía y me dicta al oído las palabras y todo sucede porque así ha sido previamente escrito.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Soy una escritora y como tal estoy acostumbrada a dar cuerpo a diferentes personajes que yo nunca seré. Estoy segura de que sólo sobre el papel en blanco y a través de la escritura es posible tocar la eternidad. Todo escritor debe aspirar a morir escribiendo sobre la hoja en blanco o en la pantalla de la computadora.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Me queda claro que escribo por insatisfacción, para apaciguar la soledad que me recorre el alma y mantener con vida las ausencias que guarda mi memoria. Al escribir me evado, me escabullo, me defiendo. Escribir me salva, no sé de qué pero me salva. Todos los días necesito ser salvada. Escribir es una forma de exorcizar a los fantasmas y al mismo tiempo encontrarse con ellos, únicamente para constatar que nos somos sino la sombra de alguien más.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Continúo revisando lo escrito y reconfirmo que lo que escribía y lo que escribo ahora no dejan de ser borradores, ensayos de aprendiz que se han repetido una y otra vez. Soy una especie de máquina diseñada para unir palabras: palabras que se vuelven líneas, líneas que se vuelven páginas y paginas que se vuelven libros y libros que son el principio de otros libros, de otras páginas, de otras líneas y de otras palabras. Con las muchas páginas tiradas al cesto de la basura, he aprendido que la escritura se ejerce en un acto de provocación: escribe el que se desafía a sí mismo, el que es incapaz de ser razonable, de mantenerse en equilibrio; el que se tambalea sobre sus propios pasos e intuye que habita la irrealidad y al escribir busca lo perdido, lo que cree que le pertenece.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Estoy segura de que soy una especie de criatura construyéndose y reconstruyéndose permanentemente. ¿Habrá quien piense que soy verdaderamente un monstruo? ¿Lo soy? Mientras lo descubro juego a ser Narciso y fascinada con mi imagen me adentro en los abismos: me hundo, me dejo llevar por las corrientes y de pronto me vuelvo añicos sobre la superficie del espejo y todo intento por atrapar mis fragmentos, por reconstruirme, resulta inútil. Balbuceo mi nombre y reúno palabras como reunir las piezas de un rompecabezas y al lograr armar la frase el juego termina y debo emprender de nuevo la inútil tarea.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Sé que puede sonar superficial, discursivo y hasta paranoico el que a veces perciba e incluso sienta que no es una sino muchas mujeres las que habitan en mí. ¿Cómo explicarlo? Esto tal vez quiere decir que soy yo siendo muchas otras. En principio estoy convencida de que nadie es únicamente quien cree ser y para comprobarlo me basta colocarme frente al espejo y mirarme fijamente a los ojos para descubrir que soy otra, diferente y al mismo tiempo semejante a la que creo ser. Absurdo, absurdo, y por demás absurdo.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Las estructuras, la creación de personajes y ciertas atmósferas que que exige un texto narrativo, implica en la mayoría de los casos -depende de qué obra o escritor estemos hablando- un esfuerzo mental que tiene que ver con cierta habilidad para retratar realidades (en caso de que se haga literatura realista) o de imaginación (literatura fantástica), más que con un auténtico ejercicio de los sentidos, que es lo que realmente exige la literatura que llega a tocar el terreno del arte. Sin embargo, sería tonto de mi parte trazar una línea que divida lo uno de lo otro. En realidad, las fronteras entre la narrativa y la poesía siempre trascienden y todo escritor -verdadero escritor- o poeta transita a la par de un lado y del otro.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Yo misma llegué a horrorizarme. Sentía que mi amante me espiaba con el único propósito de apropiarse de cada gesto de mi rostro y cada parte de mi cuerpo; y mientras dormía vigilaba mi sueño. En más de una ocasión me hizo despertar el sonido del botón de su cámara -nunca usó cámaras digitales- y se había vuelto frecuente que irrumpiera en mi estudio cuando escribía. Llegó a fotografiar cada parte de mí, pero creo que lo que realmente intentaba era fotografiarme el alma.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Mi anfitrión se dedicó a fotografiarme en todas las situaciones posibles, pero pasados tres meses de la fecha de mi arribo y ya prácticamente instalada en su casa, me di cuenta de que todos los días mi fotógrafo hacía esfuerzos sobrehumanos por mostrarse contento, pues al menor descuido sus ojos se posaban sobre el vacío y se quedaba quieto contemplando la nada.
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Ernestina Yépiz
Basta con soltar el cuerpo, dejarlo libre -hacerlo libro, relato por contar- para que se gobierne solo. El olfato percibe el emanar de aroma de otro cuerpo; el oído escucha lejanos campaneos, corrientes de agua resbalando en medio de las rocas, el aire hace sonar las ramas de los árboles y las olas contra las paredes de un barco en alta mar. Todo, todo es un constante fluir, un dejarse arrastrar por las corrientes y caer, caer hasta elevarse. Y cuando los humores de una piel se confunden con la otra y de pronto la lengua se reseca y pide a gritos humedecerse un poco, es tiempo de habitar de nuevo sobre la superficie; y si acaso -por accidente o por error- existe el deseo de que el sueño se prolongue, habrá que dormir, pues quien duerme no sabe si podrá volver a despertar.
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El sueño de Paloma Sanlúcar de Ernestina Yépiz
Si bien el amor no podía ser sino una enfermedad o un padecimiento, nunca- nunca- dejaba de ser un deseo y ese mismo deseo es el que hacía que por obra y gracia de la divinidad o del azar, así fuera en el lugar más recóndito, los que estaban destinados a encontrarse se encontraran. Sin importar, en lo absoluto, que hubieran pasado cien o más años.
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Cual es el nombre completo de Dumbeldore?