Si bien es cierto que hay determinadas lecturas que parecen adaptarse a un público específico, también las hay que, pese a lo que pueda parecer, no deberían asociarse a un sector o edad determinados.
Y es esto último lo que he encontrado en Invisible.
A través de una narración que alterna la primera y la tercera persona, una estructura ágil, capítulos breves y un vocabulario sencillo, Eloy Moreno hilvana una trama que nos arrastra a una sima de sensaciones. No por ello significa que se caiga en un simplismo gramatical. Simplemente, hay en cada párrafo un matiz diferenciador que ayuda a separar entre alguien que escribe una historia y alguien que la hace suya; la empatía.
Es aquí donde recalo en los personajes. Decía el propio escritor que se le hacía muy complicado y arriesgado abordar esta novela desde la perspectiva de un adolescente. Tras leer estas palabras y compararlas con lo expuesto en estas 300 páginas, solo nos queda quitarnos el sombrero ante semejante extrapolación al papel. Cada hecho, cada acción y cada diálogo nos transportan a la época del timbre y el bocadillo en el recreo. Así, será de la mano de los protagonistas como nos vayamos acercando al abismo del que os hablaba antes.
Nostalgia, ilusión, miedo, justicia, amor, amistad e impotencia se convierten en los pilares fundamentales del argumento. Pero esto no sería posible sin una evolución psicológica excelsa que nos ayuda a asimilar el porqué (o el porqué no) de cada acto y/o consecuencia.
Por otra parte, me gustaría destacar el trasfondo que encontramos en Invisible. A través de la ironía, el sarcasmo y una autocrítica social devastadora, Eloy nos sitúa en los pasillos de cualquier instituto de cualquier ciudad. Sin identificar un espacio concreto, el lector es capaz de ubicar a los protagonistas en un marco espacio-social cercano. Y eso, al fin y al cabo, resulta una bofetada de realidad tremenda. Pero también necesaria. Cuando vivimos en una sociedad que agacha la cabeza ante los problemas, resulta esperanzador que alguien pueda convertirse en altavoz de todas esas víctimas a las que culpabilizan bajo argumentos infames.
En definitiva, Invisible es una lectura tristemente obligatoria. A través de una prosa poética, Eloy Moreno va quitando esa venda que tantas conciencias ha oprimido conforme se suceden los capítulos. En un viaje al epicentro del problema, el de Castellón nos convierte en testigos directos (e impotentes) de cómo alguien se va apagando, inexplicablemente, hasta resultar imperceptible ante todos los demás.
Por todo esto, se me plantea necesario recomendar esta lectura a todo aquel que se tope con este libro. Seas quien seas y tengas la edad que tengas…
Nunca es tarde para ser un poco más humanos.
Enlace:
https://lacasadelnomada.com/..