La solterona de Edith Wharton
Obedeciendo a un instinto de emulación que nadie se tomó la molestia de corregir, la niña siempre llamó "mamá" a Delia Ralston y "tía Chatty" a Charlotte Lovell.
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La solterona de Edith Wharton
Obedeciendo a un instinto de emulación que nadie se tomó la molestia de corregir, la niña siempre llamó "mamá" a Delia Ralston y "tía Chatty" a Charlotte Lovell.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Almorzaron lenta y pensativamente, con intervalos mudos entre torrentes de conversación, porque, una vez roto el hechizo, tenían mucho que decir, y también momentos en que el decir era un simple acompañamiento de prolongados diálogos de silencio.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
cuando «tales cosas suceden», sin ninguna duda el hombre ha cometido una tontería, pero la mujer siempre ha cometido un crimen.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
...el matrimonio no era un anclaje en puerto seguro, como le habían enseñado, sino un viaje por mares que no figuran en los mapas.
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Edith Wharton
La auténtica soledad es vivir entre todas estas personas tan amables que sólo te piden que finjas.
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La casa de la alegría de Edith Wharton
“No había calmado su resentimiento pero sí debilitado su voluntad, de modo que se movía en un estado de letargo, como un loco peligroso que ha sido drogado.”
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La piedra de toque de Edith Wharton
El único hecho que nos permite convivir con nuestros allegados es que desconocemos por completo lo bien que nos conocen.
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Paisajes italianos de Edith Wharton
Puede perdonársele a un lugar que se encuentra a más de cuatro mil kilómetros de Italia que no sea italiano, pero que aquella aldea en la misma frontera permaneciese tan imperturbable e inamoviblemente helvética era una constante fuente de exasperación. Incluso el propio paisaje había desaprovechado su oportunidad
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Las hermanas Bunner de Edith Wharton
Por primera vez en la vida atisbaba la horrible cuestión de la inutilidad de los sacrificios personales. Hasta entonces ni se le había pasado por las mientes poner en duda los principios heredados que habían regido su vida
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Quiero decir... ¿cómo te lo explico? Siempre me pasa lo mismo. Cada vez sucedes de nuevo para mí.
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El arrecife de Edith Wharton
Anna se había preguntado por qué todos los que la rodeaban parecían ignorar todas las pasiones y sensaciones consustanciales a la gran poesía y a las acciones memorables
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Cuentos inquietantes de Edith Wharton
- ¿Qué pasaba? ¿Quién era? - pregunto ella. - ¿Quién? - repitió él sin haberse repuesto aún del sobresalto. - El hombre que vimos caminando en dirección a la casa. Pareció meditarlo largamente: - ¿El hombre? Ah, creí haber visto a Peters. Corrí tras él para comentarle un par de cosas sobre los desagües de los establos, pero cuando bajé ya se había esfumado. -¿Esfumado? Pero si cuando le vimos desde arriba venía caminando muy lentamente ... Cuento: Después |
Ethan Frome de Edith Wharton
(…) hasta en los momentos de mayor desdicha, el campo y el hielo le hablaban con persuasión profunda y convincente.
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Ethan Frome de Edith Wharton
Su relación se componía de momentos dispersos como aquél, en los que parecía que tropezaban de pronto con la felicidad como si sorprendieran a una mariposa en los bosques invernales…
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Existe algún lugar en una casa norteamericana donde uno pueda estar sola? Son tan tímidos, y sin embargo tan públicos. Siempre siento como si hubiera vuelto al convento, o como si estuviera en un proscenio ante un público tan tremendamente educado que jamás aplaude.
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El diagnóstico de Edith Wharton
Siempre había imaginado que le daría igual alcanzar la vejez o no y resultaba que ahora se planteaba incluso la definición del término «anciano»
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La solterona de Edith Wharton
Una mujer jamás deja de pensar en el hombre al que ama. Piensa en él al cabo de los años, inconscientemente, de mil maneras, al acordarse de mil cosas distintas, de libros, de cuadros, de atardeceres, de una flor o una cinta...
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
No había nada de peor gusto que la impertinencia fuera de lugar.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Y sentía más satisfacción al imaginar un placer inminente que al hacerlo realidad
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Santuario de Edith Wharton
Su mutuo afecto había sido el jardín cerrado de Los Cantares por el que iban a pasear para siempre en un delicado retiro de dicha. Pero ahora el amor le parecía algo más que eso, algo más ancho, más profundo, más duradero que la pasión violenta egoísta de un hombre y una mujer.
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Gregorio Samsa es un ...