Todo esto te daré de Dolores Redondo
si no has soportado un dolor semejante, no puedes juzgar a los demás
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
si no has soportado un dolor semejante, no puedes juzgar a los demás
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
Álvaro no era mi primo, ni mi cuñado, era mi marido. Si esa palabra le resulta tan ofensiva que no puede pronunciarla, refiérase a él como Álvaro, pero no vuelva a llamarlo «su familiar» y mucho menos «la víctima».
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
—¿Intenta advertirme de que serán hostiles? —¿Hostiles? No. Serán de hielo. Como agua y aceite, no se mezclan, y no debe ofenderse, no hay en su proceder nada personal. |
Todo esto te daré de Dolores Redondo
Tardaré lo mismo en irme del mundo que lo que tardé en llegar a él.
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Legado en los huesos de Dolores Redondo
—«No hay que creer que existen, no hay que decir que no existen» —dijo Engrasi citando la antigua defensa contra las brujas que fuera tan popular apenas un siglo atrás.
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El guardián invisible de Dolores Redondo
Tenían miedo. Ese tipo de miedo que te deja inmóvil, que invita a ser invisible para que la muerte no te encuentre.
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El guardián invisible de Dolores Redondo
Llegó un punto en el que había más gente que creía en las brujas que en la Santísima Trinidad.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Se habla mucho del amor de los padres y madres hacia sus criaturas, pero nadie ama como un niño, por eso nadie juzga como un adolescente.
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
La llamada a la puerta sonó autoritaria. Ocho golpes seguros, rápidos, de quien espera ser atendido con diligencia. El tipo de requerimiento que jamás podría confundirse con la llamada de un invitado, de un operario o de un repartidor. Más tarde, pensaría que al fin y al cabo es así como uno espera que llame la policía. |
El guardián invisible de Dolores Redondo
La inspectora esperó unos segundos mientras el técnico de la policía científica terminaba de fotografiar el cadáver; cuando éste hubo acabado se acercó, situándose a los pies de la niña, y, como tenía por costumbre, vació su mente de pensamiento alguno, miró el cuerpo que yacía junto al río y musitó una breve oración. Sólo entonces se sintió preparada para mirarla como la obra de un asesino.
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Legado en los huesos de Dolores Redondo
Había leído en alguna parte que no se debe volver al lugar donde se fue feliz, porque ésa es la manera de comenzar a perderlo
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
Reconocer a alguien que, como ella misma, había aceptado ser carcelero de su miedo había sido suficiente para conmover su corazón, para, sin palabras, rendirse ante un sufrimiento que presentía inmenso.
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Todo esto te daré de Dolores Redondo
¿Acaso la verdad solo lo es cuando nos muestra aquello que esperábamos ver?, ¿cuando su revelación nos trae alivio frente el avance de la corrosiva incertidumbre? ¿Y si, en lugar de bálsamo en la herida, la verdad es un nuevo ácido más virulento todavía?
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Legado en los huesos de Dolores Redondo
Desde que sus suegros habían llegado hacía dos semanas, el concepto de hogar había sufrido serias alteraciones.
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Legado en los huesos de Dolores Redondo
La certeza de su hija creciendo en su interior había supuesto en su vida el bálsamo de calma y serenidad que siempre había imaginado y que en aquel momento había sido lo único que podía ayudarla a afrontar los terribles hechos que le había tocado vivir.
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Ofrenda a la tormenta de Dolores Redondo
Tocar a alguien supone abrir un sendero que no existía, y los senderos pueden recorrerse en ambas direcciones.
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El guardián invisible de Dolores Redondo
Amaia sentía en aquel bosque presencias tan palpables que resultaba fácil aceptar una cultura druida, un poder del árbol por encima del hombre, y evocar el tiempo en que en aquellos lugares y en todo el valle la comunión entre seres mágicos y humanos fue religión.
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