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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
El duelo ya sea propio o ajeno es una de las situaciones más desequilibrantes que puede experimentar el ser humano
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
Había abrazado el espejismo porque necesitaba un poco de aquello , de la ilusión de estar vivo , de la confianza ignorante con la que todos vivimos nuestras vidas sin pensar en la muerte que nos acecha .
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
Que ni todos los policías ni los militares con sus cascos, sus fusiles y sus escudos eran tan intimidantes como una anciana con su collar de perlas y su bolso bueno de piel al salir de misa, o una joven madre empujando la sillita de su bebé. Y que con un gesto de infinito desprecio constituían la más afilada punta de lanza que una sociedad podía cerner contra su Gobierno. Que el modo en que reclamaban la calle, con orgullo y silencio, solo era un aviso, porque en unas horas cederían su espacio a los que venían detrás.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
—Juan, no sé si te lo he dicho alguna ve, pero tu mujer es una auténtica bruja.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
La ignorancia nos lleva a poner etiquetas a todo. Y lo peor las etiquetas es cuando uno mismo las acepta.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Era un hecho incuestionable estudiado en todos los ámbitos de la supervivencia del hombre, desde los campos de batalla hasta los de refugiados, desde los dispensarios militares hasta las incubadoras de los neonatos en los hospitales. Cuando las razones se empezaban a cuestionar, cuando las consignas dejaban de tener sentido, cuando el cansancio hacía presa en los cuerpos y en las almas, cuando continuar o no pasaba a ser una opción. No existía fuerza tan redentora como el poder del contacto humano.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
—Pensaba que la lealtad y la sinceridad iban unidas, ¿no le molesta que su compañero le oculte cosas? —insistió ella. —Subinspectora, somos Bill y Bull, no Tom y Jerry. Lealtad no es contarlo todo, es contar todo lo que hay que contar. |
La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Existen muchas clases de sonrisas, la mayoría falsas: la que se adopta cuando se posa para una foto; la de circunstancias, cuando alguien hace una broma fuera de lugar; la sonrisa incómoda ante comentarios desafortunados; la seductora, que se dibuja en el rostro cuando alguien nos atrae sexualmente; la sarcástica, tan propia de los políticos que sonríen cuando una pregunta no les ha hecho ninguna gracia. Y después está la sonrisa auténtica, la sonrisa de felicidad.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Engrasi tenía la teoría de que las premoniciones no eran otra cosa que el instinto básico de supervivencia maleado a través de los siglos por la presunta evolución del ser humano, y sobre todo por la actual sociedad de confort. Todas esas señales que nuestra especie sabía leer en el aire, rumores, sonidos, minúsculos pero perceptibles cambios que constantemente acaecían alrededor y que podían ser interpretados por un humano aleccionado en la naturaleza: la proximidad de una tormenta, la inminencia de un parto, la presencia del agua, el acecho de un depredador, la llegada de una plaga, la cercanía de la muerte. Ella seguía creyendo en las primeras impresiones. Opinaba que, en ese momento de indefensión ante lo que venía, era cuando los receptores de percepción aún estaban lo bastante limpios como para que las impresiones reales de lo que teníamos delante llegasen hasta nosotros sin la carga de la información añadida, esa que la mayoría creía interpretar como maestros y que solo servía para engañarnos. + Leer más |
La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Como solía ocurrir, había encontrado todo lo que no buscaba. Cajas de ropa que vistió una vez por las calles de París, toneladas de apuntes tomados a mano y en francés de sus tiempos como estudiante de psicología; libros que llenaron las estanterías de la casa que compartió con el hombre que amaba. Adornos y recuerdos que una vez significaron mucho y que ahora observaba con la distancia y la nostalgia de una vida vivida en un tiempo anterior, tan lejana e irrecuperable como si por medio hubiese renacido en una nueva reencarnación.
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La cara norte del corazón de Dolores Redondo
Mientras se acercaba distinguió los lamentos quedos de la desolación. Los había escuchado docenas de veces. Poco importaban las palabras. Todos los supervivientes a una tragedia, sin excepción, hablaban igual. La voz estrangulada en la garganta intentaba transmitir un ánimo patético y esperanzado que nacía degollado, desangrándose y perdiendo sus exiguas fuerzas mientras sus propietarios revolvían los escombros en busca de algo, lo que fuera, a lo que aferrarse, que les devolviese un poco de esperanza con la que alimentar la supuesta suerte de haber sobrevivido.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
La mayoría de la gente tiene un concepto de la buena y la mala suerte bastante equivocado o, cuando menos, sesgado. La repetición del error como dogma puede llegar a convencernos de que tenemos mala suerte o de que somos tremendamente afortunados solo porque desconocemos las demás opciones.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
Su último pensamiento fue una mezcla de muchos. Pero, sobre todo, pensó que morir con dolor era lo justo cuando se moría de pena.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
Pero, sobre todo, pensó que morir con dolor era lo justo cuando se moría de pena.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
La ignorancia nos lleva a poner etiquetas a todo. Y lo peor de las etiquetas es cuando uno mismo las acepta.
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Esperando al diluvio de Dolores Redondo
La mayoría de la gente tiene un concepto de la buena y la mala suerte bastante equivocado o, cuando menos, sesgado. La repetición del error como dogma puede llegar a convencernos de que tenemos mala suerte o de que somos tremendamente afortunados solo porque desconocemos las demás opciones
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Gregorio Samsa es un ...