Todo esto te daré de Dolores Redondo
Pero hubo una mañana en que descubrió aterrorizado que había olvidado su olor, que no recordaba su rostro, que no le quedaban ni sus recuerdos, que empeñado en negar el dolor se lo había entregado al «no», y el «no» lo estaba devorando hasta hacerlo desaparecer, como si jamás hubiera existido.
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