Relojes de hueso de David Mitchell
Esto es el Club Walpurgis. Se sabe desde el Medievo. La vida es una enfermedad terminal
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Relojes de hueso de David Mitchell
Esto es el Club Walpurgis. Se sabe desde el Medievo. La vida es una enfermedad terminal
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Relojes de hueso de David Mitchell
-Lo que nace debe morir. Eso es lo que dice el contrato de la vida, ¿no? Pues yo, sin embargo, he venido a decirte que en circunstancias excepcionales tal cláusula de hierro puede… reescribirse. -¿De qué ida de olla estamos hablando? ¿Tablas de gimnasia? ¿Dietas veganas? ¿Trasplantes de órganos? -Una forma de poder que permite posponer la muerte hasta el infinito |
Relojes de hueso de David Mitchell
Somos los anacoretas de la capilla del Crepúsculo del Cátaro Ciego del monasterio Tomasita del Paso de Sidelhorn. Coincidirá conmigo en que es un nombre bastante largo, así que nos denominamos los anacoretas
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Relojes de hueso de David Mitchell
En el mundo de la edición es más fácil cambiar de cuerpo que de género literario
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Relojes de hueso de David Mitchell
Para la mayoría de los escritores de la era digital, escribir es reescribir. Tanteamos, cortamos, nos bloqueamos, pegamos y nos crispamos, cribando en la pantalla en busca de oro mientras borramos montones y montones de mierda. Nuestros ancestros analógicos tenían que pulir cada frase en la mente antes de sacarla adelante en la máquina
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Relojes de hueso de David Mitchell
¿Qué mayor muestra de que un acuífero creativo se ha secado que el hecho de que el escritor cree un personaje que sea escritor?
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Relojes de hueso de David Mitchell
Si no se escribe sobre una atrocidad, deja de existir en cuanto muere el último testigo. Eso es lo que no soporto. Si se escribe sobre una matanza, una bomba, o lo que sea, entonces al menos dejas una minúscula muesca en la memoria de la humanidad. Alguien, en algún lugar, en algún momento, tiene la oportunidad de saber qué pasó. Y quizá, solo quizá, hacer algo al respecto. O no. Pero al menos está ahí.
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Relojes de hueso de David Mitchell
El poder es la habilidad de inducir a alguien a hacer algo que de otro modo no haría, o de disuadirlo de hacer algo que en otras circunstancias haría
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El atlas de las nubes de David Mitchell
Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra me revelaron un espectáculo inolvidable, sublime y aterrador al mismo tiempo. De la perenne oscuridad emergió primero una, luego diez, luego cientos de caras talladas en la corteza de los árboles por manos idólatras, como si un hechicero cruel hubiese inmovilizado a los espíritus del bosque.
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El atlas de las nubes de David Mitchell
Qué vulgares son esas ansias de inmortalidad, qué vanas, qué falsas. Los compositores somos simples escritorzuelos de pinturas rupestres. Componemos música por la sencilla razón de que el invierno es eterno y porque si no, los lobos y las tormentas de hielo se nos tirarían aun más deprisa a la yugular.
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El atlas de las nubes de David Mitchell
—Hice que lo trasladasen a nuestra planta de Kansas. En mitad de la nada y en pleno enero. Lo siento por su mujer, pero que no se hubiera casado con él. Se corrió el rumor y me pusieron el mote de Mister Li. Una mujer de verdad no habría tratado al pobre hombre con tanta crueldad, no, una mujer de verdad se habría tomado la broma como un halago. —Fay Li alisa una arruga del mantel—. ¿En tu trabajo también te toca lidiar con esa mierda? Luisa piensa en Nussbaum y Jakes. —A todas horas. —Tal vez nuestras hijas lleguen a vivir en un mundo libre, pero lo que es nosotras, olvídate. Tenemos que ayudarnos mutuamente, Luisa. Los hombres jamás moverán un dedo por nosotras. |
El atlas de las nubes de David Mitchell
Me mandaron a la habitación sin desayunar. Planeé venganzas, procesamiento y tortura. Inspeccioné la celda. La puerta, cerrada por fuera sin cerradura. La ventana se abría solamente quince centímetros. Sábanas resistentes hechas de fibras de cartón con un forro de plástico debajo. Sillón con funda lavable. Alfombra también lavable. Paredes empapeladas con papel modelo “limpiafácil”. Cuarto de baño: jabón, champú, toalla pequeña para la cara, toalla grande y raída para el cuerpo, sin ventana. Una foto de una cabaña con la leyenda: “Una casa se construye con las manos, pero un hogar se construye con el corazón”. Perspectivas de fuga: mínimas.
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El atlas de las nubes de David Mitchell
Ésa es la palabra exacta: apabullante. El aire lleno de olores; los humos, el kim-chee, las alcantarillas, los cuerpos de los consumidores. Una consumidora que iba corriendo me esquivó por un pelo: “¡Mira por donde vas, clon!”. Antes de que pudiese disculparme ya había desaparecido. El aliento de un climatizador gigante e invisible me alborotó todo el cabello. —Las calles canalizan el viento —me explicó el señor Chang, llevándome a través de la acera hasta un ford con carrocería de espejo. Tres estudiantes admiraban el vehículo, pero al ver llegar al señor Chang se reintegraron al torrente de consumidores. La puerta trasera se abrió con un silbido y el chófer me indicó que subiera. |
El atlas de las nubes de David Mitchell
Bien, en ese momento la oca manca era yo. Pero ¿qué comen los Clarividentes? ¿Qué beben? ¿Duermen en un montón de paja? ¿Duermen? ¡Seis lunas! Madre me espotricaba (sic) por no haber ido a la trueca, y es que, aunque el cabeza de familia era ella, el hombre más viejo de la casa era yo y por eso me tocaba ir a mí, eso es verdad. Le dije: “Mira, voy corriendo a ver a la Abadesa y le digo que no podemos alojar a ningún Clarividente…” cuando de repente pompompom, dijo la puerta.
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El atlas de las nubes de David Mitchell
…¡Y cuando exhales tu último suspiro, sólo entonces, te darás cuenta de que tu vida no ha sido más que una minúscula gota en un océano infinito! Y sin embargo, ¿qué es un océano sino una multitud de gotas? |
La casa del callejón de David Mitchell
Como si estuviese dispuesta a cambiar con gusto su metavida por el puñado de décadas fragmentadas, malgastadas y baratas de algún reloj de huesos!
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?