El atlas de las nubes de David Mitchell
Bien, en ese momento la oca manca era yo. Pero ¿qué comen los Clarividentes? ¿Qué beben? ¿Duermen en un montón de paja? ¿Duermen? ¡Seis lunas! Madre me espotricaba (sic) por no haber ido a la trueca, y es que, aunque el cabeza de familia era ella, el hombre más viejo de la casa era yo y por eso me tocaba ir a mí, eso es verdad. Le dije: “Mira, voy corriendo a ver a la Abadesa y le digo que no podemos alojar a ningún Clarividente…” cuando de repente pompompom, dijo la puerta.
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