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El atlas de las nubes de David Mitchell
Ésa es la palabra exacta: apabullante. El aire lleno de olores; los humos, el kim-chee, las alcantarillas, los cuerpos de los consumidores. Una consumidora que iba corriendo me esquivó por un pelo: “¡Mira por donde vas, clon!”. Antes de que pudiese disculparme ya había desaparecido. El aliento de un climatizador gigante e invisible me alborotó todo el cabello. —Las calles canalizan el viento —me explicó el señor Chang, llevándome a través de la acera hasta un ford con carrocería de espejo. Tres estudiantes admiraban el vehículo, pero al ver llegar al señor Chang se reintegraron al torrente de consumidores. La puerta trasera se abrió con un silbido y el chófer me indicó que subiera. |